Y todos dicen que ya estamos hartos

José Fonseca

A veces lo que ves en otros es tu propio reflejo.

Compiladores Asociados

Se fue el periodo ordinario de sesiones del Congreso y senadores y diputados dejaron muchas iniciativas pendientes, con el argumento de que “no hay condiciones políticas para su aprobación”.

Un argumento que parece falaz en el caso del Senado, donde por angas o por mangas se pospuso el nombramiento del fiscal anticorrupción, un ejemplo de que, al final todos, políticos, sociedad civil, académicos y los más aguerridos activistas, tienen objetivos propios, los cuales no siempre coinciden con lo que nos quieren hacer creer que es un objetivo casi republicano y nacional, esto es, el combate a la corrupción.

Uno empieza a sospechar que, si bien es cierto que a todos, políticos, sociedad civil, académicos y los más aguerridos activistas y, claro, a los ciudadanos de a pie, nos indigna la corrupción.

En todos los tonos se repite en todos los medios que los ciudadanos estamos hartos de la corrupción, razón por la cual quien esto escribe está hecho camote.

Y está hecho bolas porque las declaraciones, los estudios, las conclusiones de los foros e innumerables ensayos sobre la urgencia de combatir la corrupción no se reflejan en acciones.

Parece que la inacción de tantos actores políticos y sociales en realidad no quiere que se avance en la integración del sistema anticorrupción. Parece que lo que quieren todos los actores políticos y sociales es dejar pendientes las decisiones cruciales para que el tema de la corrupción pueda ser central en la campaña presidencial de 2018.

Es una hipótesis, claro, pero se sustenta en la evidencia de que en la realidad no existe voluntad política en los actores políticos y sociales para contar en breve plazo con un robusto sistema anticorrupción.

No hay acuerdos entre las bancadas del Congreso por la simple y sencilla razón de que antes que cualquiera otro interés se privilegian los respectivos intereses electoreros y electorales de los partidos.

Cómplices, quizás involuntarias, son algunas organizaciones de la sociedad civil que tienen sus propios objetivos y no pocas veces sus intereses.

En esas condiciones, uno solo puede concluir que los actores políticos y sociales nos han hecho a los ciudadanos de a pie, a la opinión publicada, jubilosos participantes en una gran mascarada que se llama lucha anticorrupción.

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