Confrontación de fuerzas en el mundo

Luis Humberto Fernández Fuentes

El país está dividido, la mayoría de su población tiene un desprecio hacia la clase política y observa incapacidad de esta para enfrentar los problemas, por lo que el destino de la nación se definirá en las próximas elecciones. Frente a este contexto, pareciera que estamos hablando de México o de Estados Unidos, sin embargo no es así, nos referimos a Francia, una de las democracias más sólidas y estables del mundo.

Esto nos muestra que el poder está cambiando, que las formas tradicionales de representación política y resolución de los problemas públicos no están funcionando. Hay un sentimiento legítimo de frustración, no se observan soluciones a través de los mecanismos tradicionales y las clases medias son quienes, en su mayoría, están buscando soluciones. Este agotamiento ha generado que, tanto en Francia como en Estado Unidos, la sociedad busque nuevos canales de solución, que parecieran un discurso de salida, pero solo profundizan los problemas, como es el caso de Marie Le Pen y de Trump.

Se está repitiendo el formato en todo el mundo, un esquema donde se confrontan las fuerzas tradicionales contra fuerzas emergentes, políticos atípicos y no necesariamente las soluciones más responsables.

En la segunda vuelta de las presidenciales en Francia, que se realizará el próximo 7 de mayo, está en juego no solo la dirección del gobierno francés, también se marcará la supervivencia de la Unión Europea, pero, sobre todo, está en riesgo el futuro del liberalismo en el mundo, frente a una ofensiva de los partidos nacionalistas que convierten la frustración en odio y el odio en votos.

Los dos candidatos que se enfrentan en la segunda vuelta, Macron y Le Pen, tienen mucho en común: canalizan la frustración y el enojo, son fuerzas emergentes; pero la diferencia está en sus diagnósticos y remedios. Le Pen, al igual que Trump, culpa a los extranjeros y al mundo, promete barreras a la migración y protección de sus intereses, incluso ha tratado de matizarse poniendo distancia a las posiciones antisemitas de su partido y de su mismo padre, ve una amenaza en la globalización y en los islamistas.

Las propuestas de Macron se basan en hacer más fuerte Francia, abrirla al mundo, está a favor del libre comercio, la libre competencia y la inmigración, así como la integración europea. Por extraño que parezca, frente a la descomposición de los partidos tradicionales en Francia, pareciera un revolucionario financiero y globalizador. Al final del día, la opción de Le Pen es peligrosa, dado que haría una Francia más aislada y con grandes costos económicos para los más desprotegidos.

Es claro es que en Estados Unidos, Francia y México, el statu quo no funciona. El problema es cómo plantear la salida, lo cual no es sencillo. La opción fácil es cerrarse y culpar a los demás, con costo a las libertades, el Estado de derecho y la estabilidad global. El riesgo está en que estas energías y esta frustración se desborden por los cauces de la ultraderecha, como es el caso de Francia y Estados Unidos, o hacia la anarquía y grupos más radicales, como en los países que están sufriendo las consecuencias de la Primavera Árabe.

El reto es construir una solución responsable, incluyente e institucional. El cambio en el poder en Francia impactará al mundo. Podrá generar un nuevo equilibrio que favorecería a los gobiernos de tinte autoritario. El futuro del pensamiento liberal será definido en la cuna de los derechos humanos.

Senador de la República

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