Justicia a la medida del cliente

Humberto Musacchio

Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz, fue aprehendido en Guatemala y se iniciará un proceso para saber si es extraditado a México. Para algunos expertos, hubiera sido más fácil solicitar la deportación, que es facultad del Ejecutivo chapín, pues de esa manera ya estaría por acá el depredador jarocho.

Contra lo esperable, la detención no ha sido celebrada. Se insiste en que es un recurso mediático para influir en la elección mexiquense y se señala que se trata de un mero chivo expiatorio, pues, si de justicia se trata, ahí están los casos de una decena de exgobernadores a quienes se señala como corruptos.

Los casos de impunidad no son pocos. Tomás Yarrington disfrutaba de una grata estancia en Italia cuando fue por él la justicia estadounidense, no la mexicana, pues aunque la PGR trató de colgarse la medalla, resultó claro que en la detención del tamaulipeco nada tuvieron qué ver nuestras autoridades.

Otros indiciados están en libertad. Tal es el caso del exmandatario neoleonés Rodrigo Medina, que sigue su proceso en libertad; de César Duarte, que se hizo de un banco durante su mandato, pero al que nadie ha molestado hasta ahora; o de Roberto Borge, quien realizó numerosas operaciones irregulares en perjuicio del patrimonio quintanarroense sin que contra él exista orden de aprehensión.

Con los detenidos y enjuiciados la llamada justicia mexicana suele ser más que benevolente, a menos, claro, que se trate de alguien caído en desgracia, como Mario Villanueva, que con su despotismo y sus decisiones causó un enorme perjuicio a la clase política en su conjunto, especialmente a la que lleva en el pecho el escudo del PRI.

Otros casos se prolongan sin que resulte claro el rumbo, lo que despierta el temor de que una vez terminado el actual sexenio la justicia se olvide de sus tropelías y puedan vivir tranquilos por el resto de sus días. Pero si cayera sobre ellos sentencia de juez, la mera lentitud echará sobre sus casos un velo de sospecha y hasta de impunidad, pues ya se sabe que justicia que no es pronta y expedita no es justicia.

Hay, pues, motivos para desconfiar. Sin embargo, de acuerdo con la no desmentida versión de Francisco Garfias, columnista de Excélsior, el presidente Enrique Peña Nieto le habría comentado que para los sospechosistas “no hay chile que les embone. Si no los agarramos porque no los agarramos; si los agarramos, porque los agarramos”. Pues sí, porque más allá del lenguaje alburero y ofensivo, lo que vemos es una justicia selectiva, estrábica y de contentillo, a la medida del cliente.

Twitter Revista Siempre