Se pierden valores morales en la sociedad

José Fonseca

Si supiera que el mundo se acaba mañana;

yo, hoy, todavía plantaría un árbol. Martin Luther King

Hay un sector de la opinión pública que está empeñado en convencernos de que todo está mal en la república.

Lo mismo en lo económico que en lo político y en lo social. Empero, la realidad a veces parece ser más tenaz que las hipótesis más críticas.

Un ejemplo es que se puso en marcha el sistema nacional anticorrupción. No es asunto menor, pues lo encabeza y coordina un comité ciudadano presidido por la señora Jacqueline Peschard y lo integran todas las dependencias con jurisdicción legal y constitucional para investigar y sancionar casos de corrupción.

El combate a la corrupción ha sido una exigencia de innumerables organizaciones de la sociedad civil. Curiosamente, todos los estudios y análisis del grave fenómeno de la corrupción tienen como premisa el altísimo costo en pesos y centavos que representa para la sociedad.

Esa, me parece, es una visión estrecha y limitada de los daños que la corrupción causa en la sociedad. El daño más grave que causa la corrupción no es económico, el que se mide en pesos y centavos, como calculan tantas ONG.

El verdadero daño de la corrupción es el deterioro de los valores morales de la sociedad. No nos confundamos, los valores morales no necesariamente son de carácter religioso. Los valores morales son aquellos que debemos compartir como parte de la convivencia diaria.

La honradez personal y colectiva debiera ser uno de esos valores, igual que el respeto a la ley y el respeto a los derechos de los demás. Hubo un tiempo en que compartimos esos valores. Algo los diluyó.

Compartir esos valores no exige un pensamiento único, simple y llanamente es la posibilidad de que seamos una sociedad ideológica y políticamente plural, sin que esa pluralidad signifique que las diferencias normales de modos de pensar se conviertan en factor de división.

Hay corrupción, claro, luchemos contra ella. Hagámoslo a través de las vías institucionales, eso es lo democrático, así impediremos que el tejido social reciba mayores daños.

La retórica electorera intenta convencernos de que todo está podrido. Eso es mentira. Tenemos problemas, sería insensato negarlo, pero, así como hay que desconfiar de quienes nos dicen que todo está bien, hay que desconfiar de quienes nos dicen que todo está mal.

jfonseca@cafepolitico.com

Twitter Revista Siempre