Remojemos nuestras barbas

Marco Antonio Aguilar Cortés

Esta es una época en que la mayoría habla a favor de la democracia, al mismo tiempo que con su conducta contradice los principios democráticos.

Ejemplos los tenemos en todo el mundo. Trump no tuvo mayoría de votos ciudadanos y es presidente de Estados Unidos. La actual democracia estilo estadunidense, conforme al discurso pronunciado por Abraham Lincoln en Gettysburg (19 noviembre 1863) desdice lo conceptualizado por ese destacado presidente: “que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la Tierra”.

Aunque solo puede desaparecer lo ya aparecido; y ni en ese año ni ahora, en Estados Unidos, el gobierno es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, independientemente de todos los avances que ese país amigo tiene, y al margen de cómo lo ha obtenido, incluyendo territorio, materias primas y mano de obra y talento mexicanos.

Y en Venezuela, nación hermana, el bolivarismo que representa el presidente Nicolás Maduro asegura abanderar la auténtica democracia, esa del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, esa herencia de Hugo Chávez, esa que tanto ha molestado los intereses que personifican los presidentes de Estados Unidos que han tenido que lidiar con ese tipo de oposición en sus dominios mundiales, esa que hoy, por causas externas e internas, se observa en apuros y aplicando, para defender su democracia, medidas antidemocráticas.

Y frente a ella, una oposición activa que está cansada de padecer el chavismo, pero que sus propias fuerzas no le alcanzan para derrocarlo; que quiere la democracia a su manera, y encuentra  interesado auxilio en fuerzas externas de intenciones históricas aviesas.

Gran Bretaña es democrática, con su discutido brexit, y su gobierno monárquico sostenido por una sabia y longeva reina con 65 democráticos años de ejercicio, quien prudentemente empezó a organizar sus exequias, las que espero que no lleguen en este siglo, pero las que serán conmovedoras, y motivo de reacomodos inesperados.

¿Qué decir de Siria?, en donde la democracia de unos lucha tan encarnizadamente contra la democracia de otros. Las bestiales culturas en confronta usan, en nombre de la democracia, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, un radicalismo dogmático que, a nombre de la vida, ha provocado criminalmente la muerte.

Y la lista ejemplificativa puede seguir, pues es interminable, incluido México en ella, en donde nuestra preceptiva democrática alcanza buena calificación, pero nuestra realidad cotidiana tiene una reprobación que avergüenza.

Nuestra democracia es teórica, y no ha llegado a la economía, a la educación, al fenómeno religioso, a la cultura, al hogar, a los centros de trabajo, ni siquiera a la política, ni a su aspecto electoral plenamente.

Los dueños de las urnas, boletas, partidos políticos y organismos electorales pagan en exceso a cada funcionario electoral, para que en exceso obedezca las órdenes del amo.

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