TLCAN

JULIO A . MILLAN B.

México está por iniciar uno de los capítulos más importantes en materia comercial de su historia, la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), donde el tema principal de las discusiones tendrá que ver con las reglas de origen.

Con el argumento de que el TLCAN solo ha beneficiado a nuestro país, la actual administración en Estados Unidos busca modificar las reglas de denominación del Acuerdo, de tal forma que sean más benéficas para esa nación, con lo que ellos han llamado un “comercio más justo”.

Hasta el momento, no hay un plan formal, pero Estados Unidos habla de elevar el porcentaje de contenido regional en la industria automotriz y a través de este mecanismo ser el principal proveedor de insumos y también el productor de las mercancías que se intercambian en América del Norte para beneficiarse comercialmente; no obstante, la región no es capaz de suministrar todos los insumos como chips, microconductores y otras partes.

Las reglas de origen son regulaciones que ayudan a determinar la procedencia del contenido nacional de un producto e identificar qué mercancías pueden tener el trato arancelario preferencial del TLCAN. Se aplican para generar claridad, confianza y certidumbre a productores, exportadores e importadores, además de garantizar que los beneficios del Tratado no se extiendan a bienes importados de países no pertenecientes al mismo.

Para Estados Unidos, otros competidores se están beneficiando del comercio en la región sin ser miembros del TLCAN, principalmente naciones asiáticas que llegan a producir componentes de algún producto y no pagan arancel, motivo por el cual se busca elevar el porcentaje de contenido nacional.

En el caso de la industria automotriz, actualmente el 62.5 por ciento del valor total de los automóviles vendidos en América del Norte debe ser originario de Estados Unidos, México o Canadá para no pagar aranceles de importación, pero Estados Unidos busca elevar ese nivel para hacer más difícil que partes de otros países entren en la cadena de suministro y la producción se quede en esta zona, principalmente en su territorio.

Hay que recordar que en 2016 las exportaciones mexicanas sumaron 373,930 millones de dólares, el 30 por ciento de ellas son ventas automotrices y en su mayoría se destinan al mercado norteamericano, el cual recientemente ha presionado a los principales fabricantes (Chrysler, General Motors y Fiat) a trasladar su producción a su territorio con la finalidad de generar mayores empleos.

Hacer más rígido el porcentaje en las reglas de origen podría traer consigo una mayor integración entre las tres naciones miembros del TLCAN, pero no así con el resto de las economías del mundo. Al estar obligadas a tener un mayor porcentaje de producción local en sus exportaciones, se fortalecerían sus cadenas productivas y de proveeduría, se ayudaría a generar empleos, además de elevar la competitividad y proteger la región de la competencia desleal. No obstante, para México significaría concentrar su comercio con Estados Unidos e inhibir su proceso de diversificación de exportación manufacturera, lo cual nos resta margen de maniobra, quedando en cierta posición vulnerable ante las decisiones de nuestro socio del norte, ya que, sin duda, este depende de Asia para diversos componentes.

El problema surge en que Estados Unidos busca utilizar las reglas de denominación de origen para orientar el comercio a su favor, revertir el déficit que tiene con México, generar mayor empleo en su país y retener la inversión, en lugar de abordar el tema a escala regional, como indicamos en el párrafo anterior.

El cabildeo apenas empieza y hay industrias en las tres economías que están evaluando la posibilidad de no modificar la ecuación, ya que para algunos sectores elevar el porcentaje de contendido nacional no es viable, por lo que se verían sujetos al pago de aranceles, mientras que otros consideran que están preparados para modificar este porcentaje en cierto rango pero de manera gradual.

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