Salió a la calle

René Anaya

Por primera vez científicos, investigadores y estudiantes de todo el mundo se unieron en una marcha que como un fantasma recorrió el mundo en apoyo a la investigación científica y a un mayor presupuesto para sus actividades formativas e investigadoras.

De la idea surgida en los Estados Unidos en enero de este año para protestar por las políticas regresivas de Donald Trump, se transitó a un movimiento mundial por la ciencia, pero no en abstracto, sino con demandas concretas de acuerdo con la situación de investigadores y programas de ciencia de cada país.

 

La toma de conciencia de la ciencia

El movimiento creció en todo el mundo. En varias ciudades de Estados Unidos estuvieron los contingentes más numerosos, pero en esta primera marcha no importó tanto el número, sino el poder de convocatoria internacional en pro del quehacer científico.

No faltaron las voces de científico y funcionarios que declararon su inconformidad por la salida de la ciencia a la calle, como lo planteó la revista Nature: “sí, la marcha desdibuja las líneas entre ciencia y política. Pero esa línea ya es más confusa de lo que algunos argumentan. Es posible preocuparse por la ciencia y el pensamiento científico, ignorando el contexto político en el que opera. Pero es difícil hacer eso y exigir el cambio al mismo tiempo”.

Asimismo, la publicación refirió que estas marchas “dan a los científicos la oportunidad de reflexionar sobre lo que valoran de la ciencia, reconocer los puntos comunes en las metas que comparten con los demás, y reafirmar el proceso científico como la mejor forma de informar a la política, aunque no siempre se tenga la última palabra”. Bajo planteamientos semejantes, científicos, académicos, estudiantes, periodistas y ciudadanos conscientes del valor de la ciencia salieron a la calle. Se tiene información de que en más de 600 ciudades hubo marchas.

Se registraron manifestaciones en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Suiza, España, Italia, Islandia, cabe aclarar que un grupo de biólogos marinos islandeses marchó en el fondo de Océano Pacífico. También salieron a las calles en Nueva Zelanda, Australia, Vietnam, Ghana, Sudáfrica, Kenia, Nigeria, Japón, Corea del Sur, Groenlandia, Canadá, Puerto Rico, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Brasil y México, entre otros. Aquí, también hubo manifestaciones en pro de la ciencia en Querétaro, Puebla, Morelos, Jalisco, Guanajuato, aunque no se contó con el apoyo, ni siquiera simpatía de los funcionarios de ciencia ni de los directivos de las academias e instituciones científicas más importantes del país.

En varias ciudades del mundo los hombres de ciencia se manifestaron por mayores apoyos a su trabajo.

 

Los científicos, inmaculados o militantes

En una temprana toma de posición (y de posesión de sus feudos), el sábado 22 por la mañana dirigentes de las academias de Ciencia, Ingeniería y Medicina reconocieron que hay carencias en el sector, pero advirtieron: “Estos temas no se resuelven en las calles, la calle es de todos, estos temas se resuelven con la cúpula de decisión política, con el cerebro, con la inteligencia, con la disuasión y cautivando a los actores de los cuales dependen las decisiones críticas para este país”, según afirmó en nombre de las academias Jaime Parada Ávila, presidente de la de Ingeniería.

Por la tarde, los miles de manifestantes exigieron: “Más doctores, menos senadores”; “más posgrados, menos diputados”; “más científicos, menos políticos”; “más investigación, menos corrupción”; “no al recorte, sí a la ciencia”; “escucha, Cabrero [Enrique Cabrero, director del Conacyt], las becas son primero”; “la ciencia sí importa”.

Los impolutos de la ciencia seguramente se indignaron porque se estaba politizando la marcha, cuando en realidad lo que hicieron los participantes fue asumir su responsabilidad social y demostrar que no están en una torre de marfil sino en laboratorios, aulas y recintos repletos de carencias. Asimismo, quienes mostraron su disgusto por la indiferencia gubernamental ante las desapariciones de Ayotzinapa y la desigualdad social, económica y cultural, solamente asumieron una actitud crítica y objetiva, característica del científico, no del juego partidista.

En un contexto parecido, Rush Holt, presidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS, por sus siglas en inglés) refirió: “los investigadores cada vez se dan más cuenta de que los hechos científicos son ignorados a menudo en los debates públicos, y reemplazados por opiniones y creencias ideológicas […] No podemos quedarnos con los brazos cruzados y suponer que todo el mundo comprende hasta qué punto la ciencia es crucial para la economía, la seguridad nacional, el medio ambiente, la salud humana y muchas otras cosas”.

Así, con la exigencia de más presupuesto y menos corrupción comienza a verse a la ciencia en la calle, acompañada por ahora de sus protagonistas (investigadores, estudiantes, académicos, científicos) y de periodistas de ciencia, falta incorporar al común de los ciudadanos que vea que la ciencia toma la calle y es una vela en la oscuridad, como decía Carl Sagan, y repitieron en Ginebra quienes marcharon por la ciencia.

reneanaya2000@gmail.com

f/René Anaya Periodista Científico

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