La corrupción

Alfredo Ríos Camarena

La corrupción es un concepto con diferentes interpretaciones sociológicas, relacionadas con la perversión del tejido social; sin embargo, la acepción común del término se refiere, fundamentalmente, al enriquecimiento ilícito. Es decir, para que exista esta clase de corrupción se requiere que alguien obtenga utilidades ilegales, que pueden provenir de diferentes fuentes, básicamente del manejo directo e irresponsable de los fondos públicos, de los sobornos obtenidos de las obras de infraestructura y del tráfico y trasiego de narcóticos y estupefacientes.

El sistema capitalista tiene, como gasolina de su motor productivo, el lucro, el enriquecimiento y el apoderamiento legal de la riqueza, a través del desarrollo tecnológico del mercado y de la libre competencia del sistema empresarial.

El resultado en el mundo de nuestro tiempo ha sido la acumulación absurda de la riqueza, que se refleja en nuestro país en el ominoso ejemplo de los 16 mexicanos que, según la revista Forbes, son propietarios de fortunas superiores a los 116 mil millones de dólares.

Edgar Veytia.

Los emblemáticos casos que se han presentado en los últimos días, tienen el denominador común de ser producto de la corrupción, aunque provienen de diferentes actos delictivos perseguidos nacional e internacionalmente: en el caso de Tomás Yarrington, la solicitud de extradición con mayor peso, por la penalidad de los supuestos delitos, emana directamente de la justicia norteamericana; en iguales circunstancias el asunto referente al fiscal nayarita, Edgar Veytia, quien ha sido requerido por las cortes de Nueva York, sobre el tema de introducción de drogas a Estados Unidos.

El caso más significativo de corrupción en la construcción de grandes obras de infraestructura aparece en el mapa internacional, a través de los sobornos que distribuyó la poderosa empresa brasileña Odebrecht a diversos políticos latinoamericanos, que suman, según se ha dicho, más de 1300 millones de dólares; en ese asunto están involucrados mandatarios, ex mandatarios, legisladores, miembros de gabinete y del poder judicial de varios países de América Latina; también existe la posibilidad de que esté involucrada la empresa Petróleos Mexicanos, por obras contratadas en el anterior gobierno y en este sexenio; también hay declaraciones que involucran en actos de corrupción al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin.

Emilio Lozoya Austin.

El otro caso, con mayor resonancia mediática, ha sido el del exgobernador veracruzano Javier Duarte, aprehendido recientemente en Guatemala y del que todavía no se acaban de formular los numerosos delitos que cometió a lo largo de su mandato, como se ha hecho del conocimiento público derivado de las denuncias del actual gobernador, pero, sobre todo, por los informes de la Auditoría Superior de la Federación y de las investigaciones del SAT.

En estas condiciones, el avance hacia el progreso, hacia la prosperidad y hacia la justicia social, está impedido estructuralmente por el fracaso de un sistema que abandonó la teoría del bienestar social, a cambio de una democracia ineficiente, de una libertad y de una igualdad, que han dejado de ser las fuentes luminosas del derecho, para convertirse en los dientes de un sistema que tiende a la opresión social. Dicho sistema se ha impulsado en sentido contrario al desarrollo de los fines constitucionales, en los que un día soñó el pueblo de México. Por eso, la corrupción ha sido un síntoma inequívoco de la crisis neoliberal.

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