BERNARDO GONZALEZ SOLANO

El cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos de América (EUA), Donald John Trump, no demoró ni cien días en la Casa Blanca para calarse el traje de comandante en jefe de las fuerzas armadas del Tío Sam. Desde que anunció su candidatura como aspirante a suceder a Barack Hussein Obama repitió, hasta la saciedad, el lema “América primero”, las únicas palabras coherentes que ha utilizado en contra del antiguo intervencionismo del último “imperio” sobreviviente de la I y la II guerras mundiales del siglo XX. En menos de semana y media, Trump hizo añicos su slogan, al ordenar el lanzamiento de la bomba no nuclear de mayor potencia (MOAB) en territorio afgano, movilizar el portaaviones nuclear Carl Vinson —con su correspondiente convoy que cambió su rumbo original–, cerca de Corea del Norte, y bombardear con casi 60 misiles una base aérea del ejército sirio de Al Assad. En solo diez días, el gobierno del empresario republicano (que sus funcionarios llaman “la era de Trump”), llevó a cabo tres demostraciones de fuerza (militar), sin que le importaran mucho las reacciones de tres Estados: la República Popular China, Rusia e Irán. Los dos primeros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho de veto. Nada más.

Al parecer Trump piensa que la Unión Americana es semejante al antiguo Imperio Romano, y que como presidente de EUA puede hacer prácticamente lo que se le ocurra. Grave error que tarde que temprano tendrá que pagar. Lanzar el artefacto convencional GBU-43 (“la madre de todas las bombas”) sobre las instalaciones terroristas en Afganistán, después del bombardeo en el aeropuerto sirio y en plena escalada de tensión con Corea del Norte –por el desarrollo nuclear del régimen comunista norcoreano–, demuestra su preferencia por las bravuconadas militares que le acarrean muchas simpatías tanto en lo interno como en el extranjero. La figura del cowboy cinematográfico todavía provoca arrastre popular, hasta en Europa.

De hecho, Trump no escondió su gusto por las armas ni el apoyo que buscó de la Asociación Nacional del Rifle, ni tampoco se “olvidó” de los veteranos de guerra, que en Estados Unidos forman legión. El abandono en que se encuentran estos soldados estadounidenses le sirvieron para hacer campaña electoral. El “espíritu militarista” lo manifestó en muchos actos de campaña, sobre todo en la Conferencia Conservadora, el mes de febrero último, en la que dijo:”La cooperación global, las relaciones con otros países, llevarse bien con ellos, todo eso está bien…Es importante, pero no hay un himno, ni una divisa ni una bandera global. Yo represento a Estados Unidos de América. No represento al mundo, represento a nuestro país”. Para que las cosas fueran claras, en esa misma reunión anunció el aumento del presupuesto del gasto militar –50,000 millones de dólares–, convirtiéndolo en el más alto de la historia de EUA. Más claro ni el agua.

El objetivo de la GBU-43 –que pesa 9,780 kilos, y el hongo de su explosión se ve a 32 kilómetros de distancia, y que fue probada por primera ocasión el 11 de marzo de 2003, cerca de la Florida–, tiene mucho de psicológico y de demostración de fuerza, pues con ello tanto Corea del Norte, como Rusia y China, deben darse por enterados que Trump es comandante de “mano dura”.

MOAB son las siglas, en inglés, de Munición de Explosión Aérea Masiva. Pero lo mismo sirven como inicial de “Madre de todas las bombas”. El juego de palabras fue escogido a propósito por el gobierno de George W. Bush cuando en el año 2003 decidió fabricarla, como una réplica de lo que Saddam Hussein bautizó en 1991, la ocupación de Kuwait, como la “madre de todas las batallas”.

La bomba es tan grande que debe ser lanzada desde un avión de transporte C-130 Hércules. La GBU-43 es muy precisa porque se guía por GPS. Hasta el momento no había sido utilizada. Cada ejemplar cuesta 16 millones de dólares. Solo se han manufacturado 17 de estos ingenios.

El ministro de la Defensa, general James Mattis —llamado por la tropa Crazy Dog: Perro Loco—, convenció a Donald Trump para que el 4 de abril ordenara a sus barcos de guerra surtos en el Mediterráneo, lanzaran 59 misiles Tomahawk contra la base de Shayrat, desde donde supuestamente despegaran las naves del gobierno sirio un día antes para atacar con armas químicas a la población civil de la provincia de Idlib, provocando la masacre de 100 personas, muchos niños. Según adujo el propio Trump en conferencia de prensa, las fotografías de esas víctimas lo “convencieron” de que Assad había traspasado  la línea roja. Razón por la que ordenó el bombardeo. En ese momento estaba de visita el Presidente de China, Xi Jinping, en Florida. La decisión del hombre de la Casa Blanca es por bien vista en la Unión Europea y por algunos mandatarios del Golfo Pérsico. No pensaron lo mismo ni Vladimir Putin, ni los jerarcas iraníes, que apoyan a Bashar Al Assad.

Al mismo tiempo, el Tío Sam hizo circular la versión de que aviones rusos habrían tomado parte en el ataque químico, con el propósito de eliminar las pruebas de la aviación siria. Los rusos negaron esta posibilidad rotundamente. Por extraña coincidencia –que en cuestiones internacionales considero casi imposible–, el secretario de Estado, Rex Tillerson visitaba Moscú por primera ocasión en su calidad de jefe de la diplomacia estadounidense, con obvio malestar del Kremlin. Ambas partes están conscientes de que las relaciones entre las dos potencias han empeorado hasta el nivel de la Guerra Fría.

La diplomacia bilateral –EUA y Rusia–, que parecía iba a caminar por senderos distintos a los utilizados por Barack Obama, muy rápido entró en picada. La acusación de que el Kremlin había “hackeado” los recientes comicios presidenciales en EUA, para beneficiar al candidato republicano, en lugar de la demócrata Hillary Clinton, han hecho mella. Y, el boquiflojo y mentiroso Donald Trump, no satisfecho con los frentes que ya tiene abiertos, abrió otro.

Como reacción a los incesantes lanzamientos de misiles balísticos de Kim Jong-un, el jerarca norcoreano que acaba de festejar el 105 cumpleaños de su abuelo Kim Il-sung (el fundador de la dinastía dictatorial de Corea del Norte), el empresario presidencial republicano dispuso el despliegue del portaaviones USS Carl Vinson y su convoy de ataque en las aguas cercanas a la nación comunista. Trump cree que esa medida es más  que suficiente para que Pyongyang desista, o por lo menos, reduzca su carrera nuclear. El asunto no es tan fácil. Para empezar, o mejor dicho, para continuar, la orden presidencial tensó las relaciones en la zona, tanto con los norcoreanos como con la República China, que de todas formas se ha negado a sumarse a las sanciones contra la nación al norte del Paralelo 38. Sin embargo, en un gesto diplomático poco común, el Presidente Xi Jinping ofreció sus buenos oficios en un intento por rebajar el tenso ambiente.

El viernes 14, con motivo del desfile militar y la conmemoración del 105 aniversario del fundador, Pyongyang envió un mensaje al presidente Trump: “Si fuerza una provocación temeraria contra nosotros, nuestro poderío contrarrevolucionario contraatacará con un golpe aniquilador. Responderemos a la guerra total con guerra total, y contestaremos a la guerra nuclear con nuestro propio estilo de ataque nuclear”, según dijo Choi Ryoung Hae, el número dos del régimen norcoreano. Atento a sus palabras estaba el mandamás, que ostenta el grado de mariscal, y que escuchaba los gritos ensordecedores de los soldados que marchaban al paso de la oca –como los antiguos nazis–, que coreaban: “Kim Il-su gran, Kim Jong-un, mansas” (Larga vida a Kim Il-Sung y Kim Jong-un).

Otros funcionarios se sumaban a las declaraciones de Ryoung Hae, y decían: “Trump ha ido demasiado lejos esta vez. Se nota que no nos conoce a los norcoreanos. Estamos listos para todo, la guerra también”.

Por su parte, Mike Pence, vicepresidente de EUA, en su primera etapa de una gira por Asia, al llegar a Seúl, Corea del Sur, declaró: “Derrotaremos cualquier tipo de ataque, y haremos frente a cualquier provocación nuclear o de misiles con una respuesta apabullante…(Corea del norte) haría bien no poniendo a prueba la determinación de Donald Trump”.

Lo preocupante es que todos utilizan un lenguaje bélico. En una de esas, alguien puede apretar el botón equivocado. VALE.

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