Miroslava Breach, Cecilio Pineda y Ricardo Monlui…

Teodoro Barajas Rodríguez

México es desde hace un buen rato una tierra brutal contra la libertad de expresión, solo superado en ese rubro por los países que viven situación de guerra, la violencia contra comunicadores creció de manera exponencial, los registros así lo indican. El mes de marzo tiene en su haber tres periodistas acribillados: Miroslava Breach, Cecilio Pineda y Ricardo Monlui; ellos ejercían su labor en Chihuahua, Guerrero y Veracruz, respectivamente.

En nuestro tiempo se habla de los derechos humanos, se organizan múltiples foros al respecto, se ponderan los tratados internacionales aunque en nuestro país se violan sistemáticamente, el discurso no va más allá de la retórica y las buenas intenciones, la violencia es un veneno que aún no tiene antídoto.

Muchos comunicadores protestaron contra la violencia a periodistas, la lista de víctimas se ha incrementado y ello nos sitúa en un escenario de barbarie. Antes se padecieron algunos embates gubernamentales marcados por el sello de la intolerancia y autoritarismo, aún se mantiene en el recuerdo el asesinato de Manuel Buendía. Actualmente no solo son algunos gobiernos de accionar rústico sino también de los grupos del crimen organizado. No hay garantías para el desempeño libre de la prensa.

La libertad de expresión es un derecho humano, además imprescindible en todo tiempo y lugar, la barbarie contra comunicadores expone un nivel peligroso de la impunidad, rubrica un país cuyas autoridades parecen repudiar el marco jurídico. La Fiscalía Especial para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión, creada exprofeso para investigar los actos oprobiosos de la que son víctimas los periodistas, ha resultado más una escenografía que no reporta avances significativos.

Dicha instancia ha entregado cuentas absurdas, de 604 casos sólo tres han recibido sentencias condenatorias, lo cual no deja lugar a dudas acerca del tamaño de la impunidad en México.

El periodismo es una actividad de alto riesgo para desempeñar en nuestro país, caciques y políticos silvestres son una amenaza, lo son también los cárteles de la droga. Del año 2000 a la fecha ya suman más de un centenar los comunicadores asesinados, Michel Forst, relator especial de la Organización de las Naciones Unidas señaló que los periodistas son un grupo de riesgo.

No se debe anular la verdad, la polifonía política es evidente, algunos medios de comunicación han llegado al extremo de autocensurarse como una consecuencia funesta de las amenazas del crimen organizado, se ha llegado a niveles más que preocupantes mientras el debate se rebaja en politiquerías ridículas.

La libertad de prensa no debe escatimarse ni debe tener cerrojos; en un país democrático no puede concebirse que sea pisoteada porque si algo debe tener un lustroso resplandor es la verdad que libera.

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