Un camino a casa del cineasta Garth Davis

Mario Saavedra 

A la memoria de Edgardo García Carrillo

No deja de llamar la atención que un buen número de las más interesantes películas del cine actual sean de carácter testimonial, porque la fuente de la vida misma es inagotable y siempre termina por superar a la ficción socavada por tanta tantos artificio y parafernalia. A partir del libro de memorias A long way home de Saroo Brierley, en ese apartado se inscribe precisamente el reciente filme Un camino a casa (Lion, Australia, 2016) del joven realizador australiano Garth Davis, quien con sensibilidad y talento consigue reconstruir la honda experiencia de quien en primera persona narra su odisea tras la recuperación del pasado y de sus orígenes porque, como bien escribió Freud, “infancia es destino”.

Adoptado por un matrimonio australiano que le ofreció una vida muy distinta a la que de niño vivió en medio de la marginación y el hambre (una seria investigación atrás arroja cifras escandalosas en cuanto a la cantidad de niños que por año se pierden y son víctimas de tráfico de menores en la India, cuando no de la prostitución o el comercio de órganos), el estremecedor relato mismo de Brierley exculpa a aquellos padres igualmente atrapados en la pobreza y la ignorancia, en la sobrevivencia cotidiana. Y su acto de contrición, en cuanto de ese pasado hubo antes de negación y olvido, resulta más bien reivindicatorio, en la medida en que su entonces joven madre y su apenas adolescente hermano fueron igualmente presas de un mundo plagado de vicios e inequidades, de excesos y contrastes obscenos, tan imperfecto como el hombre que lo puebla y le está dando muerte.

 

Pérdida y reencuentro

Sorprendente debut cinematográfico de Davis, Lion conmueve, entre otras razones, por su honda comprensión del original, por su honestidad, por su sincera connivencia con una historia en la que la problemática mostrada nos enseña, sin cortapisas ni eufemismos, sin morbo ni desplante maniqueo alguno, el mundo del subdesarrollo y todas sus más abyectas metástasis. Sin embargo, no se queda en la superficie, ni tampoco se solaza en mostrar la podredumbre por mera afección, sino que consigue un equilibrio de sana distancia y necesaria complicidad con una historia vivida por seres humanos y no clichés o paradigmas.

Dividida en dos mitades separadas entre sí por cerca de dos décadas: la de la pérdida y la del reencuentro, Lion hace hincapié en que el arte implica siempre una búsqueda ­—a la vez ufana y dolorosa— tanto estética como existencial. Y me sorprende que alguien le recriminara precisamente este vacío “artificioso”, cuando el artista no está obligado a copiar e imitar la vida tal y como es, sino que más bien la recrea y reflexiona en torno a ésta, deteniéndose en lo que de ella le solaza y/o indigna, y generalmente más en lo segundo que en lo primero. Ni siquiera el propio Brierley se vio obligado a una reproducción al pie de la letra de lo por él vivido, entre otras razones porque la memoria es porosa y el recuerdo nunca fluye como calca de lo verdaderamente acontecido, matizado por el juicio y la añoranza, por el olvido como síntoma del inconsciente agazapado. Todos estos estadios y sentimientos nutren la remembranza adolorida y a la vez gozosa de Saroo Brierley, y en la hermosa versión fílmica de Davis, con guión de Luke Davies, son ingredientes a favor de la atmósfera y el ritmo, de una puesta cuidada en los más de los rubros, incluidas la bella fotografía de Greig Fraser y la poderosa banda sonora de Kolker Bertelmann y Dustin O’Halloran.

Protagonizada por Dev Patel, el joven de esa otra estremecedora joya cinematográfica que es Quisiera ser millonario de Danny Boyle (Oscar a la Mejor Película en el 2008), Un camino a casa (en la terna al Oscar a Mejor Película en el 2016) cuenta además con una no menos extraordinaria —por contenida y discreta, pero pletórica de matices— actuación de la cada vez más madura primera actriz Nicole Kidman. Otras partes no menos interesantes en este ecléctico reparto son las acometidas por la joven Sunny Pawar, el más experimentado Rooney Mara, la atractiva Priyanka Bose, Tannishtha Chatterjee y sobre todo el pequeño Sunny Pawar que encanta por su natural interpretación de Saroo Brierley todavía niño.

Cultura milenaria

Otra de esas películas de ambiente hindú que han ganado el gusto tanto del público como de la crítica por su contrastante atmósfera de una atractiva cultura milenaria y una realidad actual caótica, y por su gestación y su realización, a la altura de ya clásicos como la mencionada Quisiera ser millonario y la más reciente y más de giro fantástico La historia de Pi, Lion es un bello poema fílmico de reconciliación con la vida, porque recuperar nuestro pasado y nuestras raíces es la aceptación de lo que verdaderamente somos, de una identidad sin maquillaje ni artificios.

Twitter Revista Siempre