La corrupción y el debilitamiento de la Presidencia

José Fonseca

Nada es más admirable en

política que una corta memoria. John Kenneth Galbraith

Los crecientes abusos de poder, sea por gobernadores o funcionarios federales, estatales o municipales, han sido vistos como una deleznable expresión de corrupción, lo cual ha movilizado a muchas agrupaciones de la sociedad civil, las cuales han canalizado la creciente indignación de los ciudadanos.

Nadie puede condonar los actos de corrupción que han sido del conocimiento público en los años recientes, porque es inaceptable que, en México, cuando aún arrastramos los lastres de la pobreza y la desigualdad, ocurran estos latrocinios.

Paradójicamente, los más activos denunciantes y promotores de acciones de política pública que combata la corrupción son muchos de quienes hace dos décadas impulsaron los cambios que nos llevaron a la transición democrática.

Son aquellos citados en este generoso espacio de Siempre! en días recientes. Los mismos que nos aseguraron que para que se resolvieran todos los problemas de la república bastaba que sacáramos al PRI de Los Pinos.

Nunca lo reconocerán, pero saben algunos colegas que eso me dijeron cuando Fox ganó la Presidencia. Y cito: “no importa que al país se lo lleve la fregada, lo que importa es que ya sacamos al PRI de Los Pinos”.

Dejo constancia de que no estoy contra la transición democrática, pero sí contra la inacción de los actores políticos, aquellos que pueden influir en los acontecimientos, para llenar los vacíos de poder que se crearon durante los dos sexenios panistas.

Con Fox, porque creyó que gobernar era disfrutar del glamur de las visitas de Estado, de las recepciones en Palacio y de las inauguraciones. Nunca quiso ni deseó gobernar. Las decisiones que tomó fueron porque las circunstancias lo forzaron. Hasta su agresiva intervención en la elección presidencial de 2006 fue resultado de su innata frivolidad, probada durante sus años como expresidente.

Quien se dio cuenta, pero ya no pudo hacer nada, fue el expresidente Felipe Calderón. Se dio cuenta de que a la Presidencia imperial y sus facultades metaconstitucionales la habían desmontado las fantasías de politólogos y que los gobernadores estaban cada día más fuera del control federal.

Ahora se dan cuenta muchos de quienes impulsaron la transición que no alcanzaron a ver el vacío de poder que crearía su anhelado debilitamiento de la Presidencia.

Y, como El aprendiz de brujo de Disney, ahora no saben cómo corregir el sistema, cómo llenar los vacíos de poder que propiciaron los escándalos de corrupción de tantos gobernadores.

Una lástima, porque en la vida real, a diferencia del cuento de Disney, no hay un brujo sabio que ponga orden.

El orden habrá de construirse con el esfuerzo de todos aquellos que sí queremos democracia, pero no queremos corrupción generalizada.

jfonseca@cafepolitico.com

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