En sus 85 años

Felipe Garrido

Cada vez que veo un cuadro de Vicente Rojo vuelvo a tomar conciencia de que comenzamos a escribir dibujando, pintando, trazando a tientas signos en los que obstinada, trabajosa, tenazmente vamos acumulando sentidos que no sospechábamos, que no sabíamos que habíamos ido colocando allí, en esas líneas, esos colores, esas texturas, y recuerdo cómo unas cuantas veces he tenido el privilegio de verlo trabajar, de presenciar cómo anula o rectifica o completa lo que acaba de hacer pasando por encima de lo que parece a mis ojos terminado, aunque no a los suyos, que saben mirar más hondo y van buscando, explorando, construyendo siempre más allá eso que él ya intuyó, ya malició, ya vio y que yo ni siquiera sospecho, como uno no presagia a dónde nos llevarán las palabras de un poema que no está concluido, y de pronto, en uno de esos movimientos que lo apartan unos pasos de lo que está haciendo sabe que ha llegado y cruza los brazos sobre el pecho, no satisfecho, porque Vicente nunca está satisfecho, pero sí persuadido de que ese camino hasta ahí llega, que ha completado ese objeto, esa pieza que se suma ahora a la Creación.

 

He tenido el privilegio de ver trabajar a Vicente Rojo, de presenciar cómo anula o rectifica o completa lo que acaba de hacer pasando por encima de lo que parece a mis ojos terminado, aunque no a los suyos, que saben mirar más hondo.

Twitter Revista Siempre