Revuelo en la historia del arte

Humberto Guzmán

En 1917, el francés Marcel Duchamp causó revuelo en la historia del arte contemporáneo, cuando expuso su “Fountain” (“La fuente”), un ready made firmado con el sudónimo “R. Mutt 1917” (personaje de la historieta cómica de entonces “Mutt and Jeff” en el que quizás se reconoció de algún modo), en una muestra de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York. Aun ahora muchos se sorprenderían si vieran una copia de esta obra en una sala de algún museo o galería de arte. “La fuente” consistía en un urinario de la época, sobra decir sacado de su contexto, por eso el nombre dado por Duchamp: ready made, que viene de la frase en francés, objet trouvé , que quiere decir “objeto encontrado”. Este calificativo ubicaría a una serie de obras del propio Duchamp. Antes había firmado: “Rueda de bicicleta” (1913) y “Portabotellas” (1914), que eran eso, una rueda de bicicleta y un portabotellas.

 

Más allá de Dadá

Hay que recordar que apenas un año antes, en 1916, había ocurrido un estallido en el campo del arte en un bar de Zurich, Suiza, llamado Cabaret Voltaire. Ocurrió en medio de muchos otros estallidos que, éstos sí, llevaban la marca de la muerte, durante la Primera Guerra Mundial. Y aquel estallido artístico se le conoció como Dadá. Duchamp participó en este movimiento de pintores, poetas, escritores, que buscaban salirse de la página impresa y de la limitación de la galería de arte, con acciones (happenings, performances) que incluían y provocaban al público asistente. Llegaron a anunciar la muerte del arte, en medio de los campos llenos de muerte de la gran guerra. En apariencia, a este movimiento lo comandó el escritor Hugo Bäll. En apariencia porque en Dadá nada era seguro, grupo sin grupo, arte sin arte, siempre con una actitud contestataria.

Duchamp (1887-1968) fue más allá de Dadá. Fue autor de una obra más conceptual, significativa y provocadora. También André Breton supo capitalizar la fuerza de este movimiento y después redactaría el Manifiesto Surrealista, pasando a la historia como el padre del mismo. Pero el surrealismo ya significó un planteamiento, un cierto sentido específico, en donde una personalidad tan libre y original como la de Duchamp no tenía cabida.

El Urinario y su creador Marcel Duchamp.

El estallido de Dadá quedó en eso, como debió ser, y el surrealismo se convirtió en una escuela que influiría a muchos otros artistas contemporáneos de varias disciplinas, pintura, escultura, instalaciones, poetas (Octavio Paz fue su admirador) y hasta cineastas (Luis Buñuel). Cosa que los dadaístas no hubieran permitido.

En tanto que Duchamp siguió su propia trayectoria, no muy nutrida, pero muy influyente, que incluiría un largo silencio, que ocupó para dedicarse al juego de ajedrez. Con esto último daría la espalda al glamour del arte del siglo XX. Por su obra y por ser francés en Nueva York le salieron bien sus desplantes artísticos. Difícilmente ocurriría lo mismo con un artista conceptual de México, en México, por ejemplo.

 

Mi Dadá en 1977

Tuvo seguidores en varias partes, aunque no con la misma suerte. Duchamp no solo fue creador de una obra inteligente sobre todo sino también oportuna. El momento histórico que se vivía propiciaba la aparición de un arte contestataire de esa eficacia y audacia vanguardistas.

Por increíble que parezca, en 1977 me alié con un artista plástico, Alberto Gutiérrez, para hacer una exposición que evocara al ya para entonces romántico Dadá, con obras y objetos propios y, no contentos con eso, en 1979 participamos en el Salón de Experimentación de Bellas Artes en el Auditorio Nacional, con un proyecto titulado “Libro Objeto”, para que no hubiera duda de su origen. Me hice de un urinario idéntico al de Duchamp, le anoté el seudónimo “R. Mutt 1917” y lo coloqué como una obra más en la mampara de nuestra sección de la muestra (con un “libro objeto” con páginas y el piso cubierto con fotografías mías, para ser pisadas, hechas por Marcos Kurticks), en la que participaron varios otros grupos e individuos con similares, aunque no iguales, preocupaciones artísticas. La diferencia más notable con el ready made de Duchamp fue que éste lo expuso horizontalmente y yo verticalmente, como una cita fundamental.

Vuelvo a Duchamp, para decir que no solo fue autor de ready mades sino también de obras tan misteriosas como “La novia desnudada por sus solteros” o su pintura “Desnudo que desciende una escalera” (1916). De la obra de este autor se ocupó Octavio Paz en su libro Marcel Duchamp o el castillo de la pureza (1968).

Cien años hace que Duchamp expuso su “Fountain”, el 10 de abril de 1917 en el Grand Central Palace, obra que fue retirada de inmediato y luego desapareció, probablemente arrojada a la basura. Años más tarde Duchamp mandaría hacer algunas copias que son las que se pueden ver en algunos lugares. Existen fotografías del original, tomadas por Alfred Stieglitz. Pero la condición efímera de este arte se cumplió con creces.

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