Un mundo nos vigila
Mireille Roccatti
Es ya del dominio público la injerencia probada y documentada de Rusia en el proceso electoral de Estados Unidos. Su intervención para apoyar a Donald Trump ha sido exhibida y andando el tiempo será mayormente documentada y quién sabe cómo termine este episodio, que ha cobrado varias cabezas en el entorno cercano del recién electo presidente estadounidense. En el esclarecimiento de los hechos, sus consecuencias y efectos, la administración trumpiana ha sacrificado pragmáticamente a miembros de la comunidad de inteligencia norteamericana que cobrarán revancha y sin duda vengarán la afrenta. Son sabuesos que han olido la sangre, y Trump, más temprano que tarde, pagará por ello.
Recientemente nos hemos enterado de la intervención e injerencia de la inteligencia rusa en las recién concluidas elecciones de Francia. Ahora sin lograr su objetivo de crucificar a Macron y apoyar a Marine Le Pen. La estrategia no difiere demasiado a la usada en Estados Unidos. Intervenir tecnológicamente las comunicaciones del candidato, conocer con anticipación las acciones por realizar en la campaña electoral para sabotearlas y en paralelo utilizar las redes sociales para golpear en sus flancos débiles y crecer al candidato de sus preferencias.
En los últimos días de campaña electoral estadounidense, el reconocimiento por el FBI de estar investigando a Hillary Clinton, por usar su correo personal para comunicaciones clasificadas como de seguridad nacional y que estas fueran conocidas por los servicios de inteligencia extranjera le costó quizá la presidencia.
Posteriormente en los primeros días del nuevo gobierno, al conocerse los contactos, diálogos y encuentros del asesor de Trump en el Consejo de Seguridad Nacional, le costó el puesto, tal vez quizá se sacrificó como chivo expiatorio, aunque como a nadie le gusta esa función, ni al parecer fue apreciada en su magnitud —y por supuesto al dilatado ego de Trump le pareció normal—, el almirante terminará confesando, a cambio de inmunidad, la verdadera magnitud de la injerencia rusa.

El caso es que estamos testimoniando cómo Rusia está interviniendo en los procesos electorales y en la vida interna del resto de las naciones de la comunidad internacional, manipulando en razón de sus intereses las democracias occidentales y eso nos ha hecho recordar cómo esa “psicosis” se apoderó del “mundo libre” en la posguerra durante el periodo conocido como la Guerra Fría y especialmente de una parodia cinematográfica que retrataba fielmente ese miedo social y fue filmada con el nombre de Ahí viene los rusos, la comedia exhibía los miedos y desconocimientos de la sociedad norteamericana respecto de sus recientes aliados en la Segunda Guerra Mundial y que se habían convertido en sus principales enemigos, entre otras razones por el malhadado “macartismo”.
Lo anterior no pretende minimizar la reprobable injerencia del régimen de Putin en la vida democrática de otros países, ni negar que ha sucedido. Por el contrario, busca reflexionar, respecto de que México, por su importancia geoestratégica y económica, pueda ser víctima de espionaje e intervención, desde luego en las elecciones de 2018, o quizá lo está siendo desde ya en los procesos comiciales en curso. La desarticulación e improvisación de nuestro casi inexistente servicio de inteligencia nos hace exclamar entre bromas y veras ahí vienen los rusos.



