Alonso Cueto/Autor de La pasajera

Eve Gil

Un taxista, en lo que pareciera un día cualquiera, rodando por las calles de Lima, ganándose honestamente la vida. Pero el corazón y la vida le dan el vuelco cuando su pasado aborda el taxi, personificado por una bella y tímida estilista, acompañada de su hija pequeña: la joven que años atrás ordenó violar durante la guerra contra el grupo subversivo Sendero Luminoso, cuando no era un taxista honesto sino un militar de alto rango.

Así comienza La pasajera, novela de uno de los grandes autores peruanos, Alonso Cueto y de la cual se ha realizado ya una versión cinematográfica protagonizada por el actor mexicano Damián Alcázar.

“La vida de una persona siempre se define en momentos decisivos y en los casos de estos personajes, su destino está marcado por su participación en la guerra de Sendero Luminoso —señala el también autor de La hora azul, Premio Anagrama 2005—. Las relaciones con los hombres que pueda tener Delia —la pasajera— han quedado muy afectadas a pesar de que ella tiene un trabajo, amigas y en apariencia una vida normal. Lo mismo ocurre con Arturo —el taxista—, pues la sensación de culpa lo persigue como una obsesión. Hay algunas personas que viven así, tratando de borrar manchas de su pasado. Es como una novela policial donde el principal sospechoso es el pasado”.

Historias de taxistas

Alonso Cueto señala que no es casual que Arturo eligiera ser taxista: era el único medio que le permitiría encontrar a la muchachita que ordenó violar, aunque fuera por obra del azar:

“Yo tomo muchos taxis —dice— y a veces converso con los choferes. Hay de todos los tipos, pero en muchos prima la necesidad de comunicarse con los pasajeros. Algunos me han contado secretos de su vida, quizá porque yo era un extraño al que nunca volverían a ver y su secreto estaba a salvo. Muchos me contaron que estuvieron en la zona de emergencia durante la guerra. Con los choferes uno empieza hablando del clima y puede terminar hablando de la muerte”.

“Cuando estalló la guerra de Sendero Luminoso —dice el autor—, yo vivía en Estados Unidos. Pero en 1984 decidí regresar a Lima, que poco a poco fue sitiada por el terrorismo. Estuve ahí durante los ocho años que le quedaban a la guerra, hasta 1992, cuando capturan a Abimael Guzmán. Fueron ocho años terribles y fascinantes, pues no sabíamos si saldríamos adelante. Solo en las guerras los hombres sabemos de lo que somos capaces. Cuando la muerte es una posibilidad que ronda, aparecen lo mejor y lo peor de nosotros mismos, a veces en un mismo gesto”.

Un tercer personaje muy importante es Enrique —un hombre enamorado de Delia— aunque es el que más secretos reserva para el lector. ¿Qué cosas que la novela no dice sobre este personaje le hubiera gustado expresar? ¿Cómo vivió él la guerra del gobierno contra Sendero Luminoso?

Enrique es un hombre que siempre cumplió con su deber, que ha sido gobernado por el respeto, la amabilidad y las buenas costumbres. Pero un día se enamora y decide hacer a un lado una vida decente por una locura de amor. Es un personaje que quiero mucho. Hasta entonces la guerra no lo había involucrado, pero en algún momento descubre que el amor y la muerte son lados intercambiables de una misma moneda. Prefiere perderlo todo por la posibilidad de ganar a Delia.

 

En las calles de Lima, la historia de un exmilitar convertido en taxista.

Tiendo a la melancolía

¿Es La pasajera una historia de amor?

Todas las historias que me interesan son historias de amor. La única posibilidad de redimirnos de la banalidad o la fugacidad de lo que nos rodea es el amor. La idea de que uno puede superar su individualidad, fusionarse, lograr un encuentro superior, es inherente al ser humano. Por eso es que el amor o su necesidad aparecen con frecuencia en la literatura universal. Todas las novelas son a la vez historias policiales e historias de amor. Edipo Rey es un ejemplo, El Quijote es otro.

En sus novelas, le digo al autor, predomina la melancolía. Esta no es la excepción, aunque tal vez resulte más parca que las demás… mira más de soslayo a los personajes.

“Sí, tiendo a la melancolía —dice— de un modo natural. Es algo que quizá he heredado. Sin embargo, nunca he renunciado a hacer cosas. Soy muy activo en mi vida diaria. Quizá se trata de una melancolía llena de ilusiones”.

“La pregunta me hace recordar —dice— una conferencia que dio Borges en 1936, en el aniversario de la fundación de Buenos Aires. En aquella ocasión, mientras hablaba del deterioro de la ciudad, afirmó que «Buenos Aires nos impone un deber, que es el terrible y secreto deber de la esperanza». Creo que podríamos decir lo mismo de cualquiera de nuestras ciudades”.

Alonso Cueto afirma que el autor que más lo ha marcado ha sido Henry James: “Desde que tenía poco más de veinte años y leí Los papeles de Aspern, nadie me ha hecho sentir tan pleno la pasión por los personajes y las historias que protagonizan. Su idea de que un escritor siempre debe dramatizar y unir los puntos que separan a unos personajes de otros, me parece una regla de oro. El otro escritor que me ha marcado mucho es Mario Vargas Llosa pues lo empecé a leer muy joven, en el colegio. La ciudad y los perros nos enseñó a todos de que las grandes historias pueden ocurrir en cualquier lugar y con personas de cualquier tipo. Siempre busco leer algo nuevo o redescubrir alguna vieja lectura. Madame Bovary siempre regresa con alguna de sus escenas”.

¿Qué tan satisfecho se siente con la versión cinematográfica de La pasajera que llevó por título Magallanes?

Quedé muy satisfecho y además tuve la ocasión de conocer en el rodaje a Damián Alcázar, un gran actor. El director, Salvador del Solar, se inspiró en la novela, pero logró un resultado personal muy valioso.

Alonso Cueto nació en Lima, Perú, en 1954 y su novela La pasajera la publicó Tusquets, México, 2017.

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