Continuar buceando en la podredumbre del país

Humberto Musacchio

En octubre, Andro Aguilar entrevistó a Javier Valdez Cárdenas, el reportero sinaloense asesinado el 15 de mayo en el centro de Culiacán a plena luz del día. La entrevista la reprodujo ahora el diario Reforma y ahí, el colega ahora muerto, describió el clima de horror en que viven los periodistas de los estados.

 “La gente —dijo Valdez— puede pensar que el principal contaminante es el narco. Es uno de ellos, quizá predominante (pero lo es), junto con el gobierno, homicida y abusivo… Le tengo más miedo y es más fácil que el gobierno haga algo en contra de nosotros, del periodismo que hacemos, a que lo haga el narco”.

En efecto, de acuerdo con la organización Artículo 19, dos de cada cinco agresiones contra periodistas provienen de funcionarios públicos, pero si atendemos las omisiones, la proporción resulta mucho mayor. Pues suele ocurrir que los periodistas amenazados por la delincuencia no disponen de la necesaria protección policiaca.

Valdez le explicó a su entrevistador que consideraba más peligrosas a las autoridades que a los criminales porque a estos “les interesa que haya cierta paz, que no se les caliente la plaza”, porque “matar a un político, un activista o un periodista” complica sus actividades.

El periodista asesinado tenía presente que hoy a los reporteros se les presiona para que lleven muchas notas “y no reflexionen”, para que no hagan crónicas, no investiguen, no propongan… y no piensen, podemos agregar, porque las condiciones de trabajo son opresivas, los salarios bajos y, ahora, en los grupos llamados multimedios, los reporteros hacen hasta cuatro notas de cada hecho informativo: una para internet, otra para radio, una más para televisión y por supuesto la correspondiente al impreso para el que trabajan.

En tales condiciones no hay tiempo para pensar, las notas deben salir una tras otra, como chorizos, ofreciendo únicamente lo más visible, lo que llevan todos los medios, sin permitir que el talento individual, el olfato del reportero, su cultura y su visión lleguen más allá de la superficie informativa.

Pero el verdadero periodismo no puede limitarse a lo que flota en la superficie. La gente de prensa, la auténtica, la de raza, tiene que sumergirse en el mar de excremento de la delincuencia, de los gobernantes corruptos, de los jefes policiacos que protegen al enemigo y no a la sociedad. Habrá que continuar buceando en la podredumbre en que está hundido el país. Ese será el mejor homenaje para Javier Valdez y para todos los compañeros asesinados.

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