Minada, la credibilidad en la política

José Fonseca

El resentimiento es como tomar veneno

y esperar que la otra persona muera. Anónimo

La alternancia en la Presidencia de la República significó algo distinto para los diversos actores políticos, económicos y sociales de México.

Curiosamente, para muchos, beneficiarios privilegiados de los gobiernos priistas, significó un alivio, la culminación de una aspiración. Le recordamos lo citado aquí: “no importa si al país se lo lleva la fregada, lo que importa es que ya sacamos al PRI de Los Pinos”.

Así, desde hace dos décadas se hizo culpable al PRI de todos los males de la república, los económicos, los políticos y los sociales, apoyándose en las desviaciones y abusos cometidos por un régimen que tardíamente entendió la necesidad de modernizar y democratizar la política nacional.

Y vino la transición, la alternancia y vinieron doce años de gobiernos de la república encabezados por el Partido Acción Nacional y las conflictivas elecciones de 2006, cuyos resultados produjeron la indignación y protesta permanente de Andrés Manuel López Obrador, quien hasta la fecha es incapaz de aceptar los resultados de aquella elección y atribuye sus derrotas a fraudes, los cuales vale la pena precisar que jamás pudo probar ante las autoridades electorales.

Y con ello, como lo explica con gran lucidez Federico Reyes Heroles, continuaron las inyecciones de veneno a la sociedad mexicana, mediante las cuales se sembró la sospecha y la desconfianza en el sistema de partidos, en el sistema electoral y sus instituciones, en las autoridades federales, estatales y municipales, en el Poder Judicial, en todas las instituciones habidas y por haber.

Cada uno de quienes inyectan el veneno de la desconfianza y la sospecha lo hace por sus propias y personales razones. Unos lo hacen para satisfacer sus ambiciones políticas; otros para desahogar los resentimientos sociales acumulados; los de más allá para cobrarse agravios, reales o imaginarios.

Sin embargo, Reyes Heroles nos advierte que, si todo está tan mal, ¿cómo explicar que, con todas sus fallas, la educación primaria tiene cobertura universal y la secundaria está a punto de tenerla? ¿Cómo se ha podido dar electricidad casi al 100 por ciento de la población y agua al 96 por ciento? Y, sobre todo, con lucidez, nos recuerda que nuestros problemas y nuestras diferencias sólo pueden ser resueltos por medio de la política, lo cual cada día es más difícil porque se ha minado la credibilidad.

Si no es la política propia de una democracia representativa, ¿cuál vía es la que proponen los profetas del desastre y el Apocalipsis nacional?

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