Alcances insospechados

Jesús Hernández Garibay

El ciberataque global que a partir del viernes 12 de mayo afectó entre 200 mil y un millón de computadoras de al menos 100 mil organismos, empresas, bancos y equipos personales en 150 países, y que fue calificado como una ofensiva que “alcanzó un nivel sin precedente”, resulta una llamada de atención acerca de la preparación que países como Estados Unidos vienen planteándose, a fin de alcanzar un nuevo tipo de guerra global supuestamente en defensa frente a sus rivales pero en el fondo en favor de sus intereses en los mercados mundiales.

Como se sabe, el programa utilizado por los hackers fue extraído justamente de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), organismo que lo elaboró como parte de esas intenciones de preparación de esa ciberguerra. Pero el hecho también hizo recordar los iniciales 8 mil 761 documentos dados a conocer el anterior 6 de marzo por el portal WikiLeaks, como parte de lo que ha sido bautizado como Vault 7 (Bóveda 7), un “programa global de hackeo encubierto” elaborado por la CIA para introducirse en los IPhone, Android, Windows y aun televisores Samsung, con el objeto de convertirlos en “micrófonos encubiertos”.

Como anticipándose a lo que ahora sucedió con el programa utilizado de la NSA, WikiLeaks afirmaba desde ese mes de marzo que la CIA había perdido el control de la mayoría de su arsenal de hackeo como malware, virus, troyanos, etc. “Esta extraordinaria colección ―decía su director el australiano Julian Assange―, que asciende a varios cientos de millones de líneas de código, da a su poseedor la capacidad entera de hackear de la CIA”.

La CIA creó, en efecto, decía WikiLeaks, “su propia NSA”, con menos responsabilidad y sin tener que responder a preguntas en el sentido de si podría justificar la Agencia el enorme presupuesto gastado “en algo que pudiera eventualmente duplicar la capacidad de un rival”, dado que una vez que una ciberarma fuera robada, “se divulgaría alrededor del mundo en segundos, para ser utilizada por Estados rivales, cibernéticos mafiosos y hackers adolescentes por igual”.

En todo caso, lo que deja ver este acontecimiento es que ya es evidente que vive el planeta una nueva era mundial donde la tecnología puede representar nuevas oportunidades para resolver problemas ancestrales que requieren de una sustancial atención por parte del ser humano. Pero igual, en las manos de quienes están más interesados en defender a costa de lo que sea el “statu quo” que aquello que beneficia más a la humanidad entera, el mismo avance tecnológico se puede convertir en la mayor amenaza hacia un derrumbe social de grandes dimensiones.

Por ello, tener el control de los sistemas informáticos que se han vuelto fundamentales para nuestras vidas se convierte hoy en un primordial activo estratégico, necesario de atender por parte de toda la sociedad y no sólo por los gobiernos o las grandes empresas privadas, cuyos intereses tienen que ver más con la rampante corrupción vigente o las ganancias buscadas en esos mismos mercados que con los beneficios para todos; antes de que nos arrastren con todas sus consecuencias hacia una temible ciberguerra de alcances insospechados en este nuevo siglo.

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