SHANGHAI

Gonzalo Valdés Medellín

Luis Eduardo Yee, Klaudia García, Axel Arenas e Isaí Flores componen el elenco de Shanghai de Gibrán Portela, puesta en escena por Pablo Marín. La breve pieza cuenta una historia de amor entre jóvenes varones, que quiere mostrar las rutas del poder en la pareja y los nudos existenciales que no puede desatar en nuestra época el sentimiento amoroso. Texto que busca experimentar con la forma (aunque acaso sea el mismo director quien lo acentúe), Shanghai pertenece a la oleada de teatro minimalista que ha venido a llenar la cartelera y que basa su espectro escénico en la espectacularidad (si la hay, como es el caso), así como en el desempeño actoral. El libreto, por sí mismo, adolece de trabajo literario y de profusión psicológica de los personajes; se muestra más bien anecdótico y falto de desarrollo ulterior en su trama y concepción.

No obstante, Shanghai sale a flote, en primer término por las excelentes actuaciones, en dueto estupendo, de Luis Eduardo Yee y Axel Arenas (la pareja de amantes protagónicos), así como de la versátil dirección escénica que sabe sacar jugo a sus combinaciones sonoras (con música pop de varias décadas atrás), tanto como del entramado luminotécnico y las coreografías de acertada factura para el flujo de la puesta. Hay un personaje, sin embargo, que no parece tener asidero en la trama, una mujer, al parecer azafata, que interviene como voz narradora de una acción que no tiene por qué redimensionarse o hacerse evidente, la de los amantes cuya historia, por sí sola, puede sostener la obra; pese a ello, el autor incluye a esta Narradora que, en muchos momentos, entorpece la historia y hace que el mismo dramaturgo se vea empantanado, lo cual nos lleva a pensar —una vez más— que, si talento no le falta a Portela, nada mal le vendría un poco de mayor rigor compositivo en el acabado de sus textos.

Shanghai, empero, es atractivo montaje, bien producido, lo cual se agradece, como se agradece el talento, disciplina y rigor de los intérpretes protagónicos Arenas y Yee para lograr no sólo convencer, sino conmover con sus encarnaciones histriónicas y hacerlas coherentes y brillantes, en una obra que, de otra manera habría naufragado entre una dirección arriesgada por su empecinado rompimiento del discurso realista propio de la obra de Portela, y un texto poco trabajado.

Por último, cabe mencionar que en estos momentos (y desde 2004), en Argentina, hay otra obra llamada Shangay de José María Muscari que contiene semejanzas no sólo de título sino de anécdota, lo cual nos lleva a pensar que aquí algo está raro en cuanto al original; ¿se “inspiró” Portela en esta, por cierto muy celebrada obra, para hacer su propio Shanghai?, ¿o es mera coincidencia pues la pieza argentina trata, dice su página web, de lo siguiente: “Una pareja gay se separa en medio de un restaurante chino […] Shangay una comedia feroz sobre la durabilidad del amor […] Shangay una mirada universal sobre las relaciones amorosas, sus dolores y humores…”. Una historia casi igual a la mexicana dirigida por Marín, que se presenta en La Teatrería (Tabasco 152, Colonia Roma Norte) todos los domingos a las 17:30 y 19:30 horas. La temporada concluye el 28 de mayo.

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