Entrevista con Claudia Barragán/Subdirectora de exposiciones

Jacquelin Ramos

Es momento de revivir a través del arte ese sentimiento que alguna vez hemos experimentado, ese que nos produce una alteración del estado corporal y anímico que incluye diversos malestares como soledad, decaimiento, miedo, locura y tristeza. Temperamento en donde algunos se hunden y se sumergen en la introspección más cerrada, mientras que otros encuentran la creatividad, la genialidad, la introspección y hasta la pasión por retratar lo que conocemos como Melancolía.

Etimológicamente, melancolía significa “bilis negra”, uno de los cuatro fluidos que constituían la fisiología humana, según las teorías grecolatinas de los humores y de los temperamentos; en latín fue traducida como atrabilis. Médicos, teólogos, alquimistas, filósofos y psicoanalistas han realizado aportaciones teóricas y clínicas en torno a la melancolía durante siglos. En el entorno de las artes “el concepto se ha relacionado con el ingenio y la inspiración”, así lo señaló en entrevista para Siempre! Claudia Barragán, subdirectora de exposiciones del Munal.

Melancolía pone de manifiesto que, además de pesadumbre, locura y miedo, este sentimiento es capaz de producir creatividad, heroísmo, intelectualidad y la búsqueda en lo profundo del ser humano”.

Añadió que repensarla de la mano de los artistas mexicanos que participan en la exposición Melancolía en el Museo Nacional de Arte (Munal) es una oportunidad para reencontrarnos con raíces culturales antiquísimas que nos permiten descubrir, “bajo una nueva luz, nuestro potencial de trascendencia, de salvación y de autoconocimiento”.

Con obras que esbozan cuerpos sentados y languidecientes, cabezas agachadas y apoyadas en una mano, semblantes inmersos en el profundo dolor, Melancolía explora dicha emoción y sus implicaciones en el arte producido en México entre los siglos XVII y XXI; asimismo busca exaltar las cargas afectivas evocadas en obras de importantes artistas novohispanos, modernos y contemporáneos a través de temas como el pecado, la culpa, el duelo, el desamor, la muerte, la espiritualidad, la creación y la magia.

“Es un recorrido de este estado de ánimo por las diferentes etapas de la historia del país, desde la Conquista, el Virreinato, hasta el México independiente y el México moderno. Es una revisión principalmente emotiva de las obras artísticas, con la fortuna de tener 137 piezas de más de 80 artistas, y de artistas que van de finales del siglo XVI hasta artistas que hoy en día siguen produciendo”, argumentó la subdirectora.

La melancolía en sus diferentes representaciones.

La exhibición —dice Barragán— permite al publico adentrarse en el tema y su representación a lo largo del tiempo, que en esta ocasión intentan explicarlo con base en cuatro núcleos temáticos organizados en orden no cronológico. Por ejemplo, en el primer apartado, La pérdida del paraíso, reflexiona sobre las distintas maneras en que el cristianismo representó la amargura y desesperanza tras el pecado original que tenemos a partir de los padres fundadores, Adán y Eva. Vemos cómo la desobediencia a Dios hace que seamos una humanidad en rebeldía, pero también una humanidad triste. “Se observa al melancólico deambular en sufrimiento incesante por el reproche y el autocastigo; eso lo vemos en obras como Después de la Tormenta, de Diego Rivera”, señaló Claudia Barragán.

Al observar la obra de Manuel Ocaranza, La cuna vacía, se puede analizar el comportamiento humano después de la pérdida de un hijo. Explica Barragán que en el apartado La Noche del alma, encontramos todas esas perdidas: “la perdida de un amor, la viudez, la orfandad y los amores fallidos, que en algunas ocasiones puede llevar al suicidio o al sinsentido, vemos simplemente el final de la vida”.

Las diferentes aproximaciones a la melancolía ahondan en el tercer núcleo, La sombra de la muerte, donde encontramos no solo la parte de tristeza o depresión, también hay una parte creativa en relación con la muerte. Con piezas como Este es el espejo que no te engaña, de Tomás Mondragón, nos transmite justo antes del destino final al que no podemos huir: la muerte.

“Aborda el desengaño del mundo del que es testigo el melancólico. La muerte se convierte en su gran obsesión como fiel compañera dialéctica y necesaria de la vida”, estima la subdirectora de exposiciones.

Los hijos de Saturno, el último núcleo de la exposición, da cabida a la idea renacentista según la cual quienes nacían bajo el signo de Saturno son justamente los melancólicos, explica Barragán. “Se creía que estos melancólicos estaban impregnados de una sabiduría cósmica y del genio artístico, por tanto, era la prueba de que la melancolía era el camino para ascender hasta la claridad del alma humana y a la mente del universo”.

Los pintores con esencia melancólica

Existieron pintores que plasmaron de manera muy recurrente este temperamento; bajo los pinceles de los más grandes artistas mexicanos, sobresale Germán Gedovius, lo llamaban el pintor de las melancolías, “de él tenemos expuesta La dama de las violetas (1908), es una imagen que representa espacios abiertos, calmados, aguas rasas y una figura femenina con un gesto de tristeza, entonces todo es un conjunto de elementos que evoca el sentir melancólico”, explica Barragán.

De igual manera, añade la especialista, el pintor Julio Galán con obras como Retrato de Sofía (1991) recurre también a estas temáticas de exploración personal y exploración bastante melancólica de su propio ser y de su propia biografía.

“Me parece que la mayoría de todos los artistas que se presentan en esta exposición, y quizás muchos de los que nos faltaron, de alguna manera han tenido esta veta melancólica, pues es un sentimiento muy cercano a todos los seres humanos. Es un tema que seguirá en forma reiterada, que continuará dando exposiciones ricas en temas, en creadores y en calidad artística”.

Por ello, es importante señalar —dice Barragán— que esta exposición es para que el público sienta la melancolía a través de estas obras, pero no cómo un motivo de algo negativo, de tristeza, sino como el motor de la creación, del motor para que “el hombre se conozca a sí mismo, porque a veces en esos estados de abatimiento es cuando más nos preguntamos sobre quiénes somos, qué queremos, qué amamos. Y en esos momentos es cuando nos damos cuenta de que contamos con fibras muy sensibles que en la vida diaria no siempre les prestamos atención”, concluye la entrevista Claudia Barragán.

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