América Latina

MARÍA DEL ROCÍO PINEDA GOCHI*

La vertiginosa evolución de las tecnologías de las comunicaciones y de la información ejerce una enorme fuerza transformadora en todos los ámbitos de la sociedad. En los últimos años las continuas innovaciones tecnológicas han rebasado la capacidad de adaptación de las instituciones de muchos países –principalmente los que estamos en vías de desarrollo y los subdesarrollados– para instrumentar acciones y políticas públicas que permitan asimilar este abanico de cambios y aprovechar su potencial.

La “revolución industrial” de la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra, inició un proceso de constantes cambios económicos, políticos y sociales, que dado el constate avance científico y tecnológico, difícilmente podríamos predecir algún fin o algún estadio final. Se dice que la humanidad ha transitado por tres revoluciones industriales, y que actualmente nos encontramos en los albores de una cuarta etapa, que los alemanes han denominado la “Revolución 4.0”.

Haciendo un somero recuento, la primera se caracterizó por la mecanización de la producción con agua y la energía de vapor; la segunda introdujo la producción en masa y el uso de la energía eléctrica; la tercera dio origen al mundo digital con el uso de la electrónica, la informática y las telecomunicaciones; y finalmente la cuarta, que fusiona todos los avances de las demás revoluciones buscando la flexibilidad e individualización de los procesos de producción, desarrollando sistemas ciberfísicos que combinen infraestructura física con software, sensores, nanotecnología y tecnología digital de comunicaciones. Vaticina el economista Klaus Schwab –fundador del Foro Económico Mundial– que “… estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes…”.

Ante estos hechos, los países desarrollados están buscando las mejores maneras de asimilar estos cambios tecnológicos para aprovechar su potencial. Sin embargo, en la región latinoamericana carecemos de una agenda conjunta que nos permita cambiar de paradigmas y enrolarnos en esta nueva carrera tecnológica. Si bien tenemos muchos retos que afrontar como la disminución de la brecha digital, procesos de alfabetización e inclusión digital y desarrollar programas de educación que desarrollen entornos y “Tecnologías del Aprendizaje y del Conocimiento” y “Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación”, no podemos dejar fuera de nuestra agenda los impactos y los cambios estructurales que supone esta cuarta revolución.

Columna México en el Mundo

La Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, refirió en el Foro Económico Mundial 2016 que los países de América Latina y el Caribe necesitan un nuevo estilo de desarrollo sostenible explorando nuevas formas de inversión pública-privada para detonar la innovación y la inclusión social.

Existen condiciones en la región para crear un mercado único digital que permita ampliar la conectividad a todos los rincones de Latinoamérica, conjuntando inversiones en las infraestructuras energética y digital, fomentando la innovación tecnológica y ambiental para mejorar los índices de productividad y el acceso.

A pesar de que existen varios ejemplos en Brasil, Chile y México sobre empresas que comienzan a utilizar herramientas digitales en el ambiente de la industria 4.0, aún existen barreras que impiden que esta tendencia avance de una forma fluida. En la medida en que generemos políticas que fomenten un mayor uso y una migración hacía la digitalización, podremos aprovechar la oportunidad de iniciar a tiempo la cuarta revolución industrial Latinoamérica. Lo anterior dependerá de la oportunidad con que entendamos, nos preparemos y nos adaptemos a estos cambios en un agenda conjunta a esta nueva era industrial de la hiperconectividad y supercomputación.

@RocioPinedaG

*SECRETARIA DE LA COMISIÓN DE RELACIONES EXTERIORES AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

 

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