Están en el papel del bíblico Daniel

José Fonseca

La moral se esgrime cuando se está en la oposición,

la política cuando se está en el poder. José Luis López Aranguren

A 14 meses de la elección presidencial, muchas de las inteligencias más lúcidas de la república han decidido asumir el papel del bíblico Daniel, el judío que como tantos fue llevado a Babilonia, después de que los persas destruyeron Jerusalén.

Afirman que, como el bíblico Daniel, han interpretado las palabras “Mené, Téquel y Parsin” escritas por la mano de Dios en la pared del palacio del rey Baltasar, con las cuales se selló el fin de ese reinado.

La lúcida interpretación es, como el libro de Daniel en el Antiguo Testamento, una narrativa apocalíptica, y en el caso de México, han concluido, la elección presidencial de 2018 sellará el fin del sistema. Utilizan el ejemplo de la elección presidencial francesa para anunciar urbi et orbi el fin del sistema de partidos. Ah, pero como los bíblicos profetas, nos ofrecen cómo evitar que el Apocalipsis político nos dañe a los ciudadanos de a pie.

El problema es que, son tantos los profetas, cada uno con su personal visión, su personal diagnóstico y claro, con sus muy personales recetas, que el resultado es una cacofonía, una disonancia de recetas, las cuales son difíciles de conciliar, pues cada una, si somos francos, refleja un particular sector de grupos de interés.

Los especialistas en los asuntos de la política nos explican que no debemos preocuparnos, porque esa es la característica de toda democracia, particularmente en una nación en la cual conviven más de 120 millones de personas, cada una con sus personales aspiraciones, con sus personales problemas y dificultades.

Es posible, pues, que debamos acostumbrarnos a las estridencias de la competencia democrática, pues no debe ser otra cosa la disputa por la Presidencia de la República y las inminentes campañas, con toda su carga de sinrazón, de mala fe, propias de la lucha política.

Mientras los ciudadanos de a pie habremos de seguir con nuestras vidas, pues no podemos darnos el lujo de hacer pausas en el diario batallar. Quizá por eso no tenemos tiempo para las grandes y profundas reflexiones de quienes, como el profeta Daniel, pueden leer no solo la escritura en la pared, sino hasta las hojas en el fondo de la taza de té. Dichosos ellos.

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