Jaime Septién

Poco menos que sorprendente, cuando menos para el sentido común de la generación mía (de los sesenta del siglo pasado para acá) ha sido la resolución del Parlamento Europeo de solicitar a la Comisión Europea el considerar la posibilidad de otorgar un reconocimiento de robots “como personas legales”.

Un servidor, como muchos de los lectores de Siempre! creció con la imagen del robot de Perdidos en el Espacio, o de Arturito y C3PO de La Guerra de las Galaxias.

Nunca sospechamos que fueran otra cosa que pretextos televisivos o cinematográficos para marcar “futuro”. Compañeros de viaje sideral del Doctor Smith o de Luke Skywalker, Han Solo y la Princesa Lea.

Ahora resulta que, posiblemente, alberguen una personalidad propia. Que son “un centro productor de actos diversos” a la manera que pensaba Max Scheler del concepto de “persona”.

O sea, que no están programados. Que el programa puede producir un salto cualitativo y provocar que el robot de Perdidos en el Espacio desconecte al Doctor Smith cuando éste le colme el plato.

Cierto: la inteligencia artificial —así llamada por los científicos— provoca una serie de desafíos que van más allá de lo laboral y de lo económico para insertarse en el terreno de la moral.

Pero el tema moral es el tema de la libertad. O sea, de la responsabilidad. ¿Tendrá un robot capacidad de decidir libre y responsablemente si hace la tarea de ensamblar la carrocería de un coche?

Los parlamentarios europeos podrían estar confundiendo autonomía de acción con libertad de decisión. Ciertamente, los robots se mueven, andan de aquí para allá, pueden ser siete días a la semana excelentes mayordomos. Pero de ahí a que sean libres y responsables de sus actos hay un enorme trecho.

La consulta —que podría venir de algún texto de ciencia ficción— es parte de la “Directiva de la Unión Europea sobre responsabilidad por productos defectuosos” que regula la responsabilidad de los fabricantes.

El Parlamento Europeo sugirió que una nueva reglamentación sobre robótica podría “crear un status legal específico para robots”, de forma que “al menos los robots autónomos más sofisticados podrían establecerse como sujetos de un status de personas electrónicas responsables de compensar cualquier daño que causen, y posiblemente aplicar personalidad electrónica a casos donde los robots toman decisiones autónomas o interactúan de otra forma con terceros independientemente”.

En otras palabras, derivar la responsabilidad a un robot de —por ejemplo— una agresión a la señora de la casa o de un chipote causado al gerente de turno. Y quitarle la responsabilidad a quienes lo programaron. Es elevar al robot (artificial) al área de los vivientes (real).

Lo cual es una contradicción en términos. Pero, como se encuentra la situación actual de Europa, ya nada sorprende.

Twitter Revista Siempre