Aquí no hay un Macron
Carlos Alberto Pérez Cuevas
La moda es un paradójico fenómeno social: su éxito anuncia ya su caída;
su consagración, sus funerales. Lofficier
La segunda vuelta de las elecciones francesas arrojaron un contundente triunfo del hoy denominado centrista Emmanuel Macron. Sin duda un fenómeno que tiene que analizarse con mucha claridad y puntualidad respecto de lo que en realidad sucedió allá.
Se trata de un fenómeno social de un candidato que superó todas las expectativas, pues al principio no era considerado como alguien que pudiera figurar y mucho menos que pudiera alzarse con la victoria. Pero en el fondo no se trata de entes aislados que nunca hubieran tenido contacto con la política o el gobierno.
No se debe olvidar que fue parte del gobierno de François Hollande, ascendiendo hasta la titularidad del Ministerio de Economía de la nación gala, de alguna manera tenía vínculos y conocía la forma y operación de las estructuras gubernamentales. Es de reconocerse que supo capitalizar a su favor el descontento y el descredito de los políticos y sobre todo el de los punteros en la contienda que se vinieron abajo por escándalos.
Supo crear un movimiento que con mensajes positivos, alegres y festivos contrastaron con el mensaje oscuro, violento y las propuestas radicales ultraderechistas. Ahí radicó su principal impulso. Algo parecido a lo que sucedió con la candidatura de Barack Obama, un fenómeno que terminó siendo presidente de la Unión Americana por dos periodos, 8 años, para después entregar el poder al peor gobernante de la historia estadounidense, Donald Trump.
Triunfos que parecen una moda que, a la postre, al no lograr los cambios de fondo ni las transformaciones que los ciudadanos esperan, abren las puertas a gobiernos demagogos y totalitarios.
La emoción de ver triunfar a una persona de 39 años de edad contraria a la política y a los partidos tradicionales genera muchas expectativas dentro y fuera del entorno donde se logró.
Esta elección ha traspasado fronteras y en nuestro caso ha generado una ola de optimismo y ansias comparativas, para decir por todos lados que en México estamos en la antesala de recrear la elección francesa, es decir que de pronto aparecerá un símil mexicano de Emmanuel Macron.
Algo que para la narrativa especulativa y la que genera cortinas de humo puede servir, pero no para la realidad nacional, que requiere más que copias de personajes y sistemas electorales que se encuentran a años luz de diferencia de los nuestros.
Ya han surgido diversos nombres para tratar de emular la hazaña gala de Macron, sin embargo nadie puede dejar de lado que nuestro sistema electoral, la clase política y los partidos están fraccionados y friccionados. Guerras electorales que se gana a billetazos y con la incursión de las estructuras gubernamentales.
No nos hagamos ilusiones, México no es Francia y por el momento ninguno de los posibles presidenciales es Macron.
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