Este jueves, Donald Trump mostró otra cara diferente: la del sufrido. Tras haberse designado al fiscal especial para investigar la llamada injerencia de Rusia en las elecciones del 2016, el magnate lanzó sus penas al viento por primera vez desde que está en el poder al decir en uno de sus famosos mensajes por redes sociales que es “víctima de la mayor caza de brujas a un político en la historia de América” y agregó que “con todos los actos ilegales que tuvieron lugar en la campaña de Clinton y la Administración Obama, jamás se nombró un fiscal especial”.

El Departamento de Justicia de Estados Unidos nombró al ex director del FBI, Robert Muller, como “fiscal especial” para supervisar la también llamada trama rusa. El anuncio fue hecho por el vicefiscal general, Rod Rosenstein, quien señaló que las investigaciones tiene un profundo “interés público”

“Lo que he determinado -precisó- es que, con base en circunstancias únicas, el interés público requiere que ponga esta investigación bajo la autoridad de una persona que ejerza una cierta independencia de la cadena normal de mando”. Asimismo, insistió en que “un fiscal especial es necesario para que el pueblo estadounidense tenga una confianza completa en el resultado de la investigación”.

Mueller dirigió el Buró Federal de Investigación (FBI) durante doce años bajo las presidencias del republicano George W. Bush y el demócrata Barack Obama, hasta su retirada en 2013. James Comey, quien fue destituido por el presidente Trump la semana pasada, le sucedió ese año.

Su nombramiento tiene lugar en momentos en que Rosenstein se reunirá este viernes a puerta cerrada con los cien senadores de la Cámara Alta para dar explicaciones sobre el despido de Comey, que fue sustentado por éste, aunque la acción fue ejecutada por el presidente.

Aunque Rosenstein afirma que le fue pedido el reporte con el que se despidió a Comey y quiso desmarcarse de esta acción, de poco le ha valido, ya que el director del FBI es un puesto clave en la política estadounidense que tiene una duración de diez años y el haber destituido al titular de la dependencia sólo dejó más en claro que hay una interferencia presidencial en la investigación de la trama rusa.

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