El FBI y Rusia

Armando Reyes Vigueras

Una de las lecciones que deja el triunfo de Emmanuel Macron en las urnas es que tampoco se libró de ataques cibernéticos que pudieron haber influido en el resultado electoral. De nueva cuenta, Rusia es observada como un actor externo que puede influir en el resultado, pues en Francia también se dieron a conocer documentos extraídos de computadoras del equipo de campaña del candidato que ganó la segunda vuelta en la nación gala.

Y es que luego de la experiencia que se vivió en Estados Unidos, en donde las filtraciones de documentos extraídos del equipo de cómputo de dirigentes de la campaña de Hillary Clinton ayudaron a definir el destino de una campaña electoral reñida, y con una investigación en curso por parte del FBI que empañó, en parte, la victoria de Donald Trump, la presencia de hackers rusos en los procesos electorales es un factor que ya nadie descarta.

Si bien, en el caso francés, el hackeo no influyó e, incluso, fue calificado por expertos en informática como precipitado y poco cuidado, sí dejó ver que ninguna campaña está exenta de sufrir este tipo de embates.

Para Europa, en especial para las naciones que como Alemania tendrán comicios este año, se abre un nuevo frente de preocupaciones por la manera en que se ha trabajado en este rubro y, de nueva cuenta, por lo sucedido en Estados Unidos como muestra.

Las investigaciones han demostrado que los hackers empezaron a buscar la manera de entrar en las computadoras de los demócratas desde un año antes de la elección. El FBI ha investigado y las pistas confirman el origen del espionaje, pero la salida de James B. Comey al frente de la agencia, ordenada por Donald Trump, añade nuevas suspicacias al asunto, en particular luego de la declaración de la propia candidata derrotada, Hillary Clinton, en el sentido de que si la elección estadounidense hubiera sido en octubre, antes del anuncio de Comey de que la estaban investigando, el presidente de la Unión Americana sería ella.

Este movimiento en el buró de investigación también podría afectar las investigaciones que el propio director cesado había confirmado respecto al hackeo y a la relación de funcionarios del equipo de Trump, en especial Michael Flynn, con los rusos antes de la toma de posesión. El actual mandatario, fiel a su estilo, tuiteó que “Comey perdió la confianza de casi todo el mundo en Washington, republicanos y demócratas por igual. Al calmarse las cosas, van a agradecerme”, lo que refleja su opinión sobre el exfuncionario.

En tanto se avanza en este tema, agencias de seguridad alemanas ya comienzan a tomar previsiones con miras a blindar el proceso electoral que tendrá lugar en octubre, en el cual Angela Merkel buscará seguir al frente de la cancillería teutona.

Por su parte, autoridades rusas han negado estar detrás de este tipo de espionaje y de la intención de influir en comicios en otros países, pero se trata de una versión que para muchos es difícil de creer luego de que las pistas conducen invariablemente al territorio gobernado por Vladimir Putin, un exagente de la KGB que ha mostrado sus habilidades para permanecer en el cargo y con un proyecto para regresar su país a la posición de superpotencia mundial.

Nuevo Watergate

La salida de Comey del FBI, por órdenes de Trump, ha vuelto a poner en la agenda de medios la investigación que la agencia gubernamental estadounidense realiza por Rusia y las distintas variantes de este tema: desde el hackeo al equipo demócrata hasta las relaciones de miembros del grupo cercano a Trump, antes de su toma de posesión, con personal diplomático ruso evadiendo la información del encuentro, lo que significó una de las primeras crisis del nuevo mandatario con la salida del asesor de seguridad nacional, Michael Flynn.

Corney había desafiado la estructura de poder partidista al investigar a los dos candidatos que compitieron en el pasado proceso electoral. Clinton se quejó del impacto que las pesquisas tuvieron en su campaña y, ahora, Trump arremete contra el destituido director del FBI al decir ante la prensa que “no estaba haciendo un buen trabajo”.

Varios medios han encontrado semejanzas con lo hecho por Richard Nixon en el contexto del caso Watergate. En 1973, Nixon ordenó al fiscal general, Elliot Richarson, así como al fiscal general adjunto, William Ruckelshaus, despedir al fiscal encargado de investigar el espionaje que se había realizado al Partido Demócrata en el hotel Watergate de Washington, Archibald Cox. Ante la negativa de ambos funcionarios, el mandatario logró su objetivo por medio del procurador general, Robert Borck, quien además dispuso el cierre de la oficina que llevaba las pesquisas.

Al cabo de 90 días, luego del despido de Cox, Richard Nixon tuvo que presentar su renuncia pues el caso Watergate, lejos de pasar a segundo plano, se convirtió en una de las investigaciones más profundas de los medios de comunicación estadounidenses.

Ahora, Donald Trump enfrenta una investigación con tintes que hacen recordar lo sucedido en la década de los años 70.

Uno de los factores que influyó en la salida de Comey del FBI, tuvo que ver con la supuesta contradicción que Trump ha utilizado para justificar el despido, en el sentido de que el exdirector de la institución aseguró que no lo estaba investigando por el caso ruso, cuando ha trascendido que el buró federal solicitó más recursos para tal fin.

Así, Rusia no solo se mantiene como una piedra en el zapato de Trump, sino en una prueba que tal vez no pueda superar, en momentos en que Europa se prepara para evitar que sigan los hackeos a sus procesos electorales.

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