Felicidades a la Revista Siempre! por su 64 Aniversario y a Doña Beatriz Pagés.
En los tiempos de lo volátil, lo breve y lo pasajero, cumplir 64 años de solidez y constancia,
vale la pena festejarlos.
Estamos viviendo la peor regresión institucional en la historia de México. Empezamos un camino peligroso hacia la elección presidencial de 2018 marcado por la descomposición de las instituciones, y donde pareciera que la Constitución solo es un instrumento para proteger intereses políticos y económicos.
En días pasados Acción Nacional se pronunció sobre la necesidad de aprobar la segunda vuelta electoral, lo cual es tan innecesario como perverso, es querer que la Constitución se adapte a su estrategia política y no su estrategia a la ley. Más allá de ello, muestra un desprecio profundo por las instituciones, ya que es imposible realizar esta modificación en los términos del artículo 105 constitucional.
La descomposición de las instituciones es grave y será mayor en los próximos meses. Prueba de ello es el uso de recursos para la defensa de intereses de partido y de grupos económicos. La evidencia está a la vista. Hace unos días el diario estadounidense The New York Times reveló que el gobierno federal había espiado a defensores de derechos humanos, periodistas y activistas anticorrupción, mediante el programa Pegasus, que únicamente se utiliza para combatir el crimen organizado, además de que le cuesta al gobierno millones de pesos. A ello se suma el hecho de que la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales (Fepade) solicitó a un juez federal la detención del exgobernador de Chihuahua, César Duarte, por el desvío de recursos millonarios hacia el PRI.
Pensar que la segunda vuelta es una prioridad ofrece una versión torcida sobre las necesidades de la democracia mexicana. Hay mucho que hacer para fortalecer el sistema electoral mexicano, pero en definitiva la prioridad no está en la segunda vuelta.
Para lograrlo, la propuesta se centraría en cómo mejorar la democracia cara, de mala calidad, que no genera certidumbre alguna, así como en fortalecer instituciones sin credibilidad y capacidad para lograr consensos, rediseñar un aparato lisiado por las designaciones de funcionarios que debieran ser autónomos (magistrados, consejeros y fiscales) y hoy fungen como representantes de los partidos políticos, además de interrumpir el ciclo de corrupción entre aportaciones ilegales a campañas políticas a cambio del pago de contratos y privilegios a proveedores.
Es urgente una reflexión serena sobre cómo encausar el proceso electoral y no caminar hacia el abuso y la ilegalidad. El camino que se está recorriendo es peligroso y no se puede dar por hecho una normalidad democrática que hoy no existe.
En algún momento se tendrá que hacer un debate nacional sobre la segunda vuelta y otras medidas que fortalezcan y hagan más eficiente la democracia; hoy, una vez rebasado el umbral de tiempo constitucional, es una impertinencia tramposa y peligrosa, es un desdén por las instituciones, es la prueba de que ni la Constitución ni la democracia les importan.
El Estado mexicano está en su mayor nivel de fragilidad, delitos como los aquí señalados ponen en riesgo la gobernabilidad de nuestro país.