Uno más de los males que aquejan a la Ciudad de México es la contaminación auditiva, que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es un problema que daña al ser humano y  que a escala mundial más de mil millones de adolescentes y adultos jóvenes están en riesgo de perder la audición, principalmente por la exposición a niveles dañinos de sonido en lugares de esparcimiento como antros, bares y eventos deportivos.

En el caso específico del Área Metropolitana, según la norma federal nom-081-semarnat-1994, los límites de decibeles permitidos son 68 por la mañana y tarde y 65 por la noche y madrugada. Sin embargo, según investigaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), los niveles de ruido en la Zona Conurbada del Valle de México rebasan por mucho lo establecido por la norma mencionada. Consideran que la problemática es generada por distintas fuentes, entre ellas, bares, restaurantes, discotecas, la industria, el transporte aéreo y terrestre, las obras de construcción y mantenimiento, además del comercio ambulante en zonas de alta concentración humana.

Por su parte, Miguel Ángel Cancino Aguilar, procurador Ambiental y del Ordenamiento Territorial capitalino, indicó en entrevista para un medio de información escrito de circulación nacional que la situación es alarmante, pues solo el área industrial que ocupa distintos puntos de la Ciudad de México emite 75 decibeles durante un día normal de actividades. “Sin embargo, la capital a veces tiene más de una fuente fija de ruido en un solo lugar, como Polanco, donde hay industria (75 decibeles), restaurantes y bares (65 decibeles) y zona residencial (55 decibeles), todo esto en un mismo lugar, lo que suma 195 decibeles durante el día. Esto es un exceso y un enemigo invisible, pues el ruido no se ve, pero está latente”, dijo el funcionario capitalino.

Cabe señalar, estimados lectores, que investigadores de la  Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) advierten que hay considerables consecuencias fisiológicas para las personas que están sometidas permanentemente a emisiones de ruido importantes, que van desde alteraciones tanto al sistema circulatorio, como al nervioso y digestivo. Añaden los investigadores que las afectaciones fisiológicas ocasionadas por altos decibeles se manifiestan también en irritabilidad, falta de concentración, disminución del rendimiento laboral, dolores de cabeza y reducción de la agudeza visual. Además, el ruido fuerte puede provocar pérdida temporal de la audición o una sensación de zumbido en el oído.

Como vemos, la atmosférica no solo es el tipo de contaminación que aminora las condiciones de vida óptima para los habitantes de la Ciudad de México. También la contaminación auditiva es un problema de grandes afectaciones a la salud pública capitalina y hay que atacarlo de inmediato. Para ello, entre otras medidas, se deben diseñar políticas públicas que permitan encarar esta situación, haciendo más estricto el marco operativo de sanciones a las fuentes emisoras de altos decibeles.

Secretario general del Partido Verde Ecologista en la Ciudad de México