Luis Ernesto González Soto

Patricia Gutiérrez-Otero

Sólo soy una puerta/ para que pasen otros. Luis Ernesto González Soto

El sábado 20 se presentó en Cuernavaca, Morelos, el poemario de Luis Ernesto González Soto, Ars antiqua. (Primeros poemas), La Cartonera. La presentación tuvo lugar en la bella Casona de Spencer, frente a la catedral. Sir John Edward Spencer King fue un pintor y escultor inglés quien en 1965 se hospedó en el hotel que más tarde compraría para darle a Cuernavaca un espacio cultural. La editorial La Cartonera es una aspiración sui generis que apunta al reciclaje, el trabajo artístico artesanal, el gozo creativo comunitario y que forma parte de una familia de editoriales cartoneras que existe en diversos países del mundo. El poemario de González Soto está en sintonía con estos artistas generosos y sigue la propuesta que la música del ars antiqua realizó en el alto medioevo.

Nos engañaríamos si nos dejáramos guiar por el subtítulo del libro que nos hace creer que encontraremos poemas escritos por un adolescente, pues quien los publica es un poeta en su madurez. Luis Ernesto levanta una estructura compleja para expresar lo que sus mismos poemas juveniles develan y nos ofrece una clave de lectura en el título. La polifonía permite que muchas voces humanas o instrumentales se unan en un todo. Según la RAE la polifonía es el “Conjunto de sonidos simultáneos en que cada uno expresa su idea musical, pero forman con los demás un todo armónico”. Esta textura musical que engloba melodías, armonías, ritmos, crea una composición en el que todo y las partes dialogan, confudiéndose sin fundirse. La lectura en clave polifónica del poemario Ars antiqua está tan perfectamente lograda que el lector acaba sin poder distinguir quién fue quién dijo qué, salvo analizando puntualmente el texto, lo que implica tomar distancia de él.

El logro polifónico se logra encuadrando a los poemas en un Prólogo que escribió un cercano amigo fraterno del autor, Aníbal Martel, compañero de vida desde el CCH, lector de sus poemas quien le exigía que éstos fueran “verdaderos” para evitar que cayera en el juego estético de la poesía. Su amigo no supo que este Prólogo escrito en 2013 sería el de este poemario, pues falleció ese mismo año. A la voz de Martel se une la Introducción (señalada en el índice como tal, pero ausente en el cuerpo del poemario) del mismo González Soto quien también interviene antes de cada poema en un acto de memoria para situarlo en su contexto y luego cierra con un epílogo. Este todo está escrito en prosa poética. Sus melodías, armonías y ritmos se encabalgan y suman al lector en una experiencia medievalmente poética, como un único vitral gótico conformado por fragmentos de vidrio independientes.

En lo dicho, se pueden notar ya ciertos temas, por llamarlos así, que están presentes en los poemas y en el poemario. El tema de los umbrales, el de la vida y la muerte; el paso del tiempo que se marca en el niño en su volverse adolescente, luego adulto, luego viejo (alguien dice en esta polifonía: “Uno trabaja la hechura del anciano desde el niño”). Pero también el gozo de vivir que abre a la comunión con los seres; el asombro extático ante el cosmos, el deseo de ser mar o estrella y la certeza de ser árbol (“pues pese a tantas horas de vivir torpemente, soy y seré (todos lo somos) un árbol silencioso, un árbol como el hule, bañando en alba cósmica”). Y, quizá, quizás, el tono fundamental es el del encuentro entre seres que tienen vasos comunicantes, encuentro que alivia el inevitable sentimiento de soledad del “adolescente aquel”, con el fin de ser verdaderos aunque el resto del mundo no lo sea.

El libro no estará en librerías, pero se puede pedir en lacuernacartonera@gmail.com que siempre edita sólo 125 ejemplares elaborados manualmente. Se los recomiendo con vehemencia.

@PatGtzOtero

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