Madrid.- El fenómeno de la venta a través de la red de redes, Internet, que ha impuesto ya en nuestro idioma (y en todos los idiomas) el barbarismo online, es global donde los haya. Nuestras vidas han cambiado de tal manera en el transcurso de una sola generación que hoy día se compran por Internet libros, vajillas, viajes y hasta aparatos para combatir a los mosquitos.

La lista que he dado no es en modo alguno imaginaria: corresponde a las cosas que he comprado yo mismo online en el último mes.

En el planeta entero nos hemos rendido con armas y bagajes a los nuevos modos porque, por definición, Internet elimina las fronteras tanto naturales como impuestas. Mantener un país cerrado como fueron en tiempos la Unión Soviética y sus Estados satélites es muchísimo más difícil ahora, por más que algunas dictaduras como Corea del Norte lo consigan de momento.

Hoy basta con un teléfono —móvil, por supuesto— para acceder a cualquier tienda adaptada a las nuevas formas. Y ése es quizá el aspecto más crucial de la transformación absoluta de los mercados. No se trata ya de que sea posible comprar casi cualquier mercancía por Internet, sino de la competencia brutal que hace la venta electrónica a los comercios tradicionales.

Las leyes de la compraventa que descubrió Adam Smith se basan en dos principios: precio y disponibilidad. Internet gana por goleada a las tiendas de siempre en ambos aspectos y, así, nos vamos a quedar sin nuestras referencias de siempre.

cartas desde Europa

Hace poco oía por la radio en la capital de España, Madrid, la queja de un nostálgico con el que me sentí muy identificado, alguien que se quejaba de que desapareciesen las tiendas de alimentación de siempre, las que en mi juventud se conocían como colmados en Mallorca y ultramarinos en Madrid.

El hombre era, por añadidura, experto en la gestión del tráfico y advertía acerca de los problemas que pueden aparecer en una ciudad grande por culpa del comercio electrónico.

Se refería a que hoy puedes encargar por Internet una barra de pan con las características que quieras y te la traen en una hora. Aquel hombre recordaba los tiempos en que en la panadería de al lado la misma barra de pan se la despachaban en cinco minutos. Y sin necesidad de que alguien tuviese que subirse a un vehículo para llevársela a casa.

Porque miles de clientes encargando el pan, o la leche, o lo que sea, implican centenares de motocicletas entregando el pedido. Ahora en Madrid también proliferan las bicis que, con un cajón en la parte trasera, entregan todo eso que antes comprábamos en la tienda del barrio.

En nada no habrá ya tiendas, ni puede que barrios entendidos como se entendían antes, y a mí al menos me entra un repelús al pensar que, de hecho, la mayor parte de las librerías ha desaparecido ya en España. Serán los nuevos tiempos pero no son los buenos tiempos. No se venden éstos por Internet.