Al cerrar las casillas en las entidades en que se efectuaron elecciones el domingo cuatro de junio, casi al unísono diversos actores políticos se autoproclamaban los vencedores, de nueva cuenta las malas artes se dispersaron para reflejar su precaria vocación democrática, se daba rienda suelta a la propaganda mediática aún sin certezas, más bien se bordaban especulaciones, se tejían cuentas alegres de manera tan burda como subjetiva.

Las redes sociales fueron la plataforma para aventurar resultados, tendencias, encuestas apócrifas y un sinfín de expresiones absurdas para dotar el clima electoral de esos ingredientes de manipulación.

La alternancia se dibuja una vez más, acaso sea de las pocas cosas afortunadas en la democracia mexicana tan escasa de verdaderos demócratas, los escándalos de corrupción repartidos en diversos partidos hacen su parte, el desprestigio también puede definir resultados, ya lo ha hecho.

En el Estado de México el proceso realmente se centró en los dos competidores, números apretados, contienda cerrada que refleja una cosa: el PRI ya no es el partido fuerte que muchos años cabalgó a la vera del camino con el presidente de turno, ya suele perder con mayor facilidad, en la entidad del mandatario Enrique Peña Nieto el partido de Andrés Manuel López Obrador ha puesto en serios predicamentos al tricolor pese al mítico grupo Atlacomulco y a que el gobierno federal estuvo presente en los días previos para hacer su parte con un miembro de la nomenclatura dinástica.

Hace no mucho tiempo concluyó la era del partido hegemónico porque la alternancia parece haber llegado para anclarse en los procesos electorales, en muchos casos se destila fanatismo, manipulación y otros fantasmas para agregar ingredientes perniciosos en una democracia bisoña. El anterior domingo en el Estado de México, la joya de la corona, ganaba la incertidumbre, durante los primeros minutos del lunes cinco de junio no se tenía claridad en el resultado final, el PREP indicaba una ventaja para Delfina Gómez de Morena y la encuesta de conteo rápido hacía lo propio con Alfredo del Mazo del PRI.

En redes sociales se podía encontrar de todo, señalamientos, una buena dosis de triunfalismo evidentemente subjetivo de simpatizantes de uno y otro lado. No obstante, el PRI ya no es invencible, aun si ganara el cómputo final es complicado que se levante con el triunfo en 2018, aquella era de las vacas gordas en que operaba una simbiosis partido-gobierno ya es una referencia de un pasado autoritario que es deseable que no regrese.

Morena avanza de manera importante en el terreno electoral para dejar cada vez más lejos el PRD que matiza su debilitamiento al celebrar alianzas con el PAN con todo y lo incomprensible de aliarse con los antagónicos, solo que la búsqueda es por el poder, en nombre de él todo es válido, eso dijo Nicolás Maquiavelo y lo replican las dirigencias del albiazul y del sol azteca.

En Veracruz la alianza PAN-PRD gana la mayoría de alcaldías, tiene un gobernador que fue producto de dicha unión cada vez más reiterada, nos referimos a Miguel Ángel Yunes quien fue muchos años un distinguido priista y cercano a Elba Esther Gordillo. La globalización de la política casi aniquiló la identidad, el asunto son los comicios y para ello la ideología es un estorbo, solo una vaga referencia.