La descomposición política no es exclusiva de México, cada país la sufre a su manera, y Estados Unidos de América la exhibe a todo color, en pantalla grande y para todos, salvo márgenes de reserva.

James Comey, exdirector del FBI en Estados Unidos, fue despedido antes de que concluyera el lapso por el que fue nombrado; cesantía decretada formalmente por el presidente Donald Trump con base en sus legales atribuciones.

Hasta ahí no había problema, salvo que el motivo de la destitución sembró dudas, por la aventajada investigación que ese buró federal venía haciendo respecto a reales o supuestas intervenciones del gobierno ruso en la reciente campaña electoral de donde salió electo Trump como presidente.

Michael Flynn, de las confianzas de Trump, fue nombrado asesor de seguridad nacional, y poco después fue dado de baja, al salir a flote sus directos y constantes contactos con altos funcionarios de Rusia, a través de la indagatoria del FBI.

Observando en sus circunstancias y efectos esos y otros ominosos despidos, el Senado de Estados Unidos integró una comisión para que estudiara, primero, la salida de Comey, por lo este fue citado.

Bajo juramento, el exdirector del FBI confesó y testificó, en audiencia pública y en sesión privada, que el presidente Trump en una junta de seguridad pidió a todos los presentes que salieran del despacho, y que únicamente se quedara Comey, quien en ese momento era director de esa oficina de investigación.

Y ya sin testigos le dijo: “tengo la esperanza de que no se siga con esas investigaciones”; y esto, dicho por un presidente a un subalterno, significa una orden, más que una frase esperanzadora, más viniendo de una persona tipo Trump, sujeto que en toda su expresión irradia prepotencia, superioridad y dominio.

Donald Trump Jr. aseguró, en defensa de su padre, que en este no es lo mismo “tengo la esperanza” que “estoy dando una orden”. Posiblemente esa diferencia sea en los millonarios negocios familiares, pero ante el director del FBI, dependencia que ha aterrado a varios presidentes, la forma de expresarse oralmente es distinta.

Comey lo interpretó “como una instrucción”, aunque en vínculo al asesor Flynn, ya que el presidente Trump no estaba siendo indagado; además, porque Trump se refirió a Flynn, juzgándolo como “un buen chico”, pero no hay que olvidar que las aves que vuelan juntas son del mismo plumaje, y Trump no se ve que sea buen hombre.

La perversidad perece escurrirle rojiza por toda su piel, y amarilla por su pelo; y, con ese mal ánimo que siempre le acompaña, de inmediato tuiteó venenoso respecto a lo declarado por Comey: “A pesar de tantas declaraciones falsas y mentirosas, reivindicación total y completa… y WOW, Comey es un soplón”.

Ese hedor político está fermentado, la corrupción se encuentra a flor de pellejo, entre un soplón y un mentiroso.

Lo mejor del pueblo estadunidense se encargará de hacer un buen aseo, ¡a fondo!, ante la obstrucción a la justicia.