Sigue la mata dando. En apenas 14 meses, Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron (Amiens, 21 de diciembre de 1977), pasó casi del anonimato (político) a ser incluido en los libros de historia de Francia y del mundo, al conquistar el máximo puesto de su patria, aniquilando a sus principales rivales, de la mano del partido que él mismo fundó (con la ayuda prácticamente solo de su esposa –que le lleva 24 años de edad–, y de otros cuantos amigos de mucha confianza, bautizándolo con el rimbombante título La République en Marche (La República en marcha, LREM).
El 6 de mayo último –con el 66.10% de los votos emitidos, correspondientes a 20.743.128 ciudadanos de un país con 67 millones de habitantes–, los votantes franceses lo eligieron presidente aunque sabían que no tenía mucha experiencia en cuestiones de gobierno: dos años de ministro de un presidente fracasado, François Hollande, y cuatro como banquero de negocios (Rothschild & Cía). No necesitó más.
Ahora, el domingo 18 de junio, en la segunda vuelta de los comicios legislativos para formar la nueva Asamblea Nacional, el joven Macron recibió un cheque en blanco, que significa casi “un poder absoluto” al que no pueden aspirar el boquiflojo mandatario estadounidense Donald Trump, la férrea Angela Merkel ni ningún otro jefe de Estado o gobierno democrático de Europa y de muchas otras partes del mundo. En ninguna de las naciones del Viejo Continente hay un precedente similar. En el proceso, Emmanuel mandó al ropero de los objetos inútiles a los partidos políticos que (mal) gestionaron alternativamente la V República.
Con desplante de hombre sabio, Macron ordenó a sus tropas que la victoria se celebrara con moderación y sin proclamas triunfalistas. Podía haber hecho lo contrario, pues ningún presidente francés había acumulado tanto poder desde el general Charles de Gaulle. Quizás François Mitterrand. El resultado es sorprendente. Con su aliado, MoDem, cuenta con 361 escaños; el que más se le acerca es Los Republicanos y aliados con 126, y el Partido Socialista (que acababa de estar en el poder) y el Partido Comunista, apenas lograron 46. De esta derrota, los socialistas tardarán en recuperarse. Algunos dicen que tendrán que formar otro partido. Incluso, podrían perder hasta su edificio sede.

El reparto de los 577 escaños que forman la Asamblea Nacional dio una voltereta que nadie suponía hace poco más de un año. Ni tampoco el abstencionismo de la segunda vuelta de las legislativas: 56.6%. Sin embargo, ahora Macron cuenta con la amplia mayoría necesaria para aprobar su programa de reformas.
Francia, el país que gobierna ahora Emmanuel Macron, necesita una renovación a fondo, porque los gobiernos que se han sucedido en las dos últimas décadas no han logrado poner en marcha reformas de calado. La Unión Europea también necesita una Francia en plena forma, sobre todo en estos momentos que comienza a discutirse el Brexit. Macron tiene los instrumentos legales para llevar a cabo una tarea tan importante para la vieja Europa.
Después de esta cadena de triunfos incesantes, el único enemigo que debe cuidar el joven mandatario galo, es “él mismo”. Ojalá que esta mayoría absoluta no lo obnubile, y empiece a creer que es el “nuevo rey sol”. La antigua maldición está vigente: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Macron debe cuidarse de la hibris.
De ahí que lo dicho por Carlos Yárnoz en su análisis titulado “Todo el poder para Macron I de Francia” cae como anillo al dedo: “Lo ocurrido este domingo en Francia ha sido más un referéndum que unas elecciones legislativas. Los franceses decidían si daban o no a Emmanuel Macron una mayoría absoluta para dirigir al país con carta blanca. Con su abrumador respaldo, han convertido al audaz ex ministro en un todopoderoso monarca y a Francia en una República de partido único. El joven líder ha arrasado, pero las torpezas de sus rivales le han allanado el camino. Son ellos los culpables de la baja participación y del riesgo de que Macron I pueda caer en el absolutismo”….
“¿Cómo gobernar Francia con tanto poder concentrado en un recién llegado de 39 años de edad sin contrapeso parlamentario? Desde que hace un mes llegó al Elíseo, Júpiter, como Macron prefiere ser denominado, ha demostrado que le gusta acaparar poder…Lo explica en Le Monde el editorialista François Bazin: “En la conquista, él era zorro, astuto. Una vez elegido, es león, explícito, vertical, jupiterino. El se hace con todo”.
Eso han querido ahora los franceses. Júpiter, hijo de Saturno, rey de los dioses y los hombres, les ha prometido “una revolución” incluso de “los modelos de pensamiento”. “Vamos a conducir la organización de nuestra sociedad, la organización del capitalismo europeo y mundial”. Los votantes le han creído”.
En política, los huecos nunca dejan de ocuparse. Por el momento, la oposición parlamentaria francesa está vacía. Las elecciones legislativas así lo decidieron. Pero nada es para siempre, mucho menos en política.
Uno de los candidatos a ocupar ese lugar es Philippe Martínez (Suresnes, 1961), líder de la Confederación General del Trabajo (CGT), el segundo sindicato de Francia, el hombre que puede hacer descarrilar en la calle el primer gran proyecto de Macron, la reforma laboral.

Martínez es hijo de inmigrantes españoles, como tanto otros que hay en Francia. La actual alcaldesa parisiense, Anne Hidalgo también lo es. Otro, Manuel Valls, el que trató de competir con Macron para ser el abanderado del PS a la presidencia francesa. En fin, el caso es que al bigotón líder sindicalista se le atribuyen poderes no pocas veces exagerados. El mismo ha dicho que no será el líder de la oposición política. Como sea, el caso es que la CGT es el más combativo aparte de los otros dos sindicatos poderosos: la CFDT y Fuerza Obrera.
Ha circulado la versión de que en su primer encuentro con el presidente Macron, el descendiente de españoles no se dejó impresionar por todo lo que se cuenta del joven mandatario. Le dijo: “Se nos dice que hay algo nuevo, pero Francia sigue yendo mal. Se nos dice que es una revolución porque el presidente tiene 39 años, pero hay que ver lo que propone. Llevamos cuarenta años escuchando su discurso. En 1906, la patronal ya hablaba de los costes laborales. Lo nuevo es la apariencia…(recalca), se lo he dicho al presidente: “Hay que ser humilde”.
Agrega que la victoria de Macron en las urnas no debe confundirse con un plebiscito en favor de la reforma. “Pretender lo contrario sería comportarse como un monarca”. Sucede que en Francia, las testas coronadas han sido decapitadas. Pero Martínez no adelanta vísperas y no da por hecho de que vaya a haber manifestaciones contra una reforma que, “entre otras medidas, pretende facilitar el despido y concentrar las negociaciones entre patronal y trabajadores en las empresas, y no en el ámbito sectorial”.
El problema es que hasta el momento, Macron todavía no ha explicado bien a bien lo que se propone hacer en concreto y que es “posible que los franceses hayan creído por eso mismo que es capaz de hacer milagros”. Además, las reformas, sin dolor, no existen y menos en una nación tan adicta al poder omnímodo del Estado como es Francia. El nuevo presidente tiene una gran oportunidad, pero ésta no durará los cinco años de su mandato. Cuanto antes debe lanzar las medidas liberalizadoras que Francia necesita, o de los contrario sus planes acabarán igual que los de sus predecesores. Y ya sabe qué sucedió con ellos.
Por otra parte, los franceses tendrán al menos 156 mujeres en la Asamblea Nacional (AN), el mayor número de su historia. Catherine Barbaroux, presidenta interina de La República en Marcha (LREM), ha destacado el significativo aumento de los escaños por parte de las mujeres. “Por primera vez bajo la V República, la AN se verá profundamente renovada, será más joven y diversa”…”y esto será, sobre todo, debido a la histórica representación que tendrán las mujeres en la Cámara”. Ahora se verá, si estas amazonas parlamentarias legislan igual o mejor que los desgastados varones.
En fin, todo presidente electo de la V República automáticamente goza de poderes excepcionales: comandante en jefe de los ejércitos, puede tomar decisiones militares de primera envergadura; todas las administraciones del Estado quedan bajo su benevolente o autoritario poder discrecional.
Que todo sea por bien de “la France”. VALE.

