No olvidar a Winston Churchill

José Fonseca

Tras un recuento electoral, solo importa quién es el ganador.

Todos los demás son perdedores. Winston Churchill

A la hora que usted, amable lector, lea estas líneas estarán celebrándose las elecciones de gobernador en tres entidades de la república y las de alcaldes en Veracruz.

Las almas tímidas de muchos especialistas en política se quejan de que las campañas han sido sucias, guerras de lodo, como si la lucha electoral, que es en realidad una lucha por el poder, estuviera sujeta a las reglas de un torneo florido.

Ha sido particularmente encarnizada la batalla electoral por la gubernatura del Estado de México, a la cual los cursis llaman “la joya de la corona”, por tratarse de la entidad natal del presidente Enrique Peña Nieto.

Como ocurre desde hace casi dos mil años, en la lucha electoral se han empleado todas las tretas, muy pocas de ellas propias de un juego de caballeros, una lucha en la cual prevalecen la sinrazón y la mala fe.

Lo cierto es que en la elección de gobernador del Estado de México han aflorado las fisuras existentes en todos los partidos, las mismas que al parecer enviarán al PAN al tercer lugar de las preferencias. Y eso si corrió con suerte.

En el PRI hubo desacuerdos iniciales, hasta que los priistas se convencieron de que por ese camino la derrota era segura en un ambiente político en el cual hay muchas fuerzas en su contra. Unas abiertamente, otras solapadas, pero todos dispuestas a festejar su derrota.

Al final de la campaña los distintos grupos priistas, por fin, se reagruparon en torno a la candidatura de Alfredo del Mazo.

El próximo lunes 5 sabremos si Andrés Manuel López Obrador logró desarticular la movilización territorial de la estructura priista, para lo cual ha utilizado el pretexto de detener a quienes compran el voto y con la concurrencia de “voluntarios” llegados de otras entidades, incluidos los rijosos de la sección 22 de la CNTE. Un eventual triunfo le daría el suficiente aliento para crear la impresión de que ya es inevitable que sea presidente, como muchos han llegado a creer, incluyendo muchos analistas lúcidos e inteligentes.

Sin embargo, el dilema para López Obrador será cómo reaccionar ante una derrota, si con denuncias huecas como las de los últimos días de las campañas y la impugnación de las autoridades. Esa sería la vía institucional.

La otra, la de los bloqueos y manifestaciones que cercarán edificios públicos, significarán para el tabasqueño el riesgo de que sea visto como un mal perdedor, lo cual posiblemente le restaría votos para la elección presidencial de 2018.

Y, si se descuida y se enterca, eso lo llevaría a una tercera derrota.

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