En el amanecer del 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas, en la ciudad de Querétaro, cayó para siempre el sueño imperial que conservadores mexicanos y Napoleón III quisieron imponer en México.

La Intervención Francesa (1862-1867) —a todas luces injusta—  fue la segunda invasión extranjera en el lapso apenas de veinte años, precedida por la guerra contra Estados Unidos (1846-1848) y que dejara como saldo la pérdida del 50 por ciento del territorio nacional.

La aventura de los efímeros emperadores Maximiliano de Habsburgo y Carlota Amalia terminó en estrepitoso fracaso, con su dosis humanitaria de dolor y sufrimiento para la propia pareja imperial, y sin pasar por alto el alto costo social para los mexicanos en general.

Maximiliano, solo y abandonado por propios y extraños, terminó su vida en el paredón de fusilamiento, y Carlota, por igual, sola y abandonada, presa de la locura, sobrevivió hasta 1927 en Europa.