¿Preámbulo de la sucesión?

Alejandro Zapata Perogordo

Las campañas electorales de este año, sin duda, han sido las más cruentas del sexenio. Todos los avances, acuerdos y candados para salvaguardar los principios democráticos han ido a parar al bote de la basura, quizás el ejemplo más visible dada su relevancia se localiza en el Estado de México, donde ha imperado la ley de la selva.

Nada de qué enorgullecernos, el nuevo PRI sacó a relucir sus más viejas mañas, ahora mejoradas, implementadas desde los ámbitos del poder que le permite realizar elecciones de Estado, sin escrúpulo alguno, cooptando y rebasando a los árbitros electorales, utilizando todo tipo de argucias para sostenerse en el gobierno.

La oposición no compite contra los adversarios de otros partidos en condiciones de equidad, sino en contra de un entramado diseñado para burlar la legalidad y las más elementales reglas democráticas. La presencia de guerra sucia; desinformación; programas sociales; compra descarada de votos; recursos de procedencia ilícita; manipulación de material electoral previo a la jornada y múltiples irregularidades adicionales dieron pauta a la presentación de infinidad de denuncias que fueron archivadas por la autoridad correspondiente en el cajón de los olvidos.

¿Son estas elecciones el preámbulo de la sucesión presidencial?, esa es la pregunta que todos nos hacemos, pues al rescatar el partido oficial las prácticas de un régimen impositivo es obvio que surja tal interrogante; por lo visto, en la alternancia no se transformó, simplemente se adaptó a su nueva realidad y cuando regreso a Los Pinos volvió a ser el mismo de siempre: “genio y figura, hasta le sepultura”.

Sin embargo, algo que no ha contemplado es la transformación social, los ciudadanos han cambiado y aunque existen y subsisten muchas necesidades que son aprovechadas para lucrar políticamente con ellas, cada vez es menor el número de personas que sucumbe a esa manipulación. El hastío de la gente frente a los abusos y excesos de las autoridades se ve reflejado al momento de emitir el sufragio, está cansada de tanto engaño, corrupción e impunidad, de verse esclavizada por la violencia y la inseguridad, que prefiere apostarle a algo diferente que continuar padeciendo el clima de desesperanza.

Ante esa disyuntiva, pareciera que las elecciones de este año no tendrán un efecto definitorio en las presidenciales, en virtud de que el ánimo prevaleciente no se circunscribe a una alternancia en el gobierno, sino a un cambio de régimen y de actitudes, que implica una profunda transformación de las reglas de convivencia social, política, económica y sin duda alguna hasta cultural.

De ahí que se pueda predecir una atípica contienda que estará vinculada a la colectiva conciencia ciudadana y a un deseo impostergable de cambio.

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