Su taller, enclavado en Xochimilco, lo pone en contacto con la naturaleza. Rodeado de amplios ventanales, su espacio alberga murales como el que realiza para una de las Facultades de Estudios Superiores de la UNAM. Andamios, yeso, pinceles, pinturas, conforman el espacio del muralista Alfredo Nieto Martínez, también especialista en fresco; ha publicado un manual de técnicas de la pintura mural en México.

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Su obra, realizada en coautoría con el maestro Luis Nishizawa —al que considera uno de sus mentores—, puede admirarse en los murales La Justicia, del patio central de la Suprema Corte de Justicia, en la embajada de México en Cuba con El Granma, lo mismo que en el Poder Judicial mexiquense, en la Universidad de Chapingo, la UNAM y otros sitios más.

El artista, nacido en la ciudad de México, tiene corazón puma, ya que es egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas y profesor de la Facultad de Artes, y es en esta ocasión el portadista de la revista Siempre! en su 64 aniversario, con una visión muy particular sobre uno de los símbolos del semanario: El Quijote de la Mancha, la cultura y el muro.

Usted es un artista, un muralista que no es ajeno a las preocupaciones sociales. Hay un mural en el Metro Balderas, que donde usted se refiere a la indiferencia y el valor; ¿cuál es su preocupación como artista?

Ser una gente productiva. El pertenecer a la Facultad de Artes, a una universidad como la UNAM permite tener un vínculo con la sociedad, tener una preocupación social y retroalimentarse de la sociedad. Para mí, hacer murales es primordial, es tener contacto con la gente que va y viene. Hay conceptos muy interesantes que me suenan en la cabeza y la indiferencia de nuestro país ante las situaciones que pasan a diario es terrible, la gente que no tiene que comer, la gente que emigra, como el centroamericano que va para Estados Unidos. La indiferencia es cosa de todos los días y trato de tenerlo muy presente para luego plantearlo de alguna forma plástica.

 

México y la indiferencia

¿Lo peor que le puede pasar a un país es la indiferencia?

Sí es lo peor y cada vez es más común. Por eso, como maestros de la Facultad tenemos la obligación de ser más conscientes de ello porque tenemos un doble compromiso: con la sociedad y con nuestros alumnos. A ellos hay que tratar de educarlos con conciencia social, como miembros de la UNAM nos debemos a nuestra sociedad no solo porque esta contribuye para que instituciones como la nuestra funcionen; va más allá, es un verdadero compromiso con la sociedad, que los muchachos sepan que como artistas no podemos más que legar obra, es lo que hay que hacer. Tratar de hacer arte que esté bien hecho y creo que los murales abonan en esa conciencia social.

¿Cómo pulsa a los estudiantes de arte?; ¿qué les preocupa?

Desde luego es una comunidad muy amplia pero la mayoría o una muy buena parte se deslumbra mucho con las nuevas propuestas plásticas: el videoarte, el arte objeto y ahora con la computadora donde el artista solo participa como creador de la idea, ya no hay el contacto con materiales o herramientas. Los chavos se acercan más a los medios alternativos, donde todo lo solucionan y es una maravilla, pero los aleja mucho de lo primigenio que somos, como los materiales y cosas táctiles que desde niños nos dan goce: el barro, la plastilina, los colores, los pinceles, las maderas.

Portada del 64 aniversario de Siempre!

El muralismo y el grafiti

En ese contexto, ¿en dónde queda el mural, que resulta un arte caro?

Quedan las instituciones, las únicas que pueden encargarlos son las instituciones y estoy seguro de lo que digo, no cualquiera lo puede hacer. No me refiero a la capacidad del individuo, cualquier  joven que se sume puede hacerlo, sino que se requiere de mucho tiempo de preparación para ser un verdadero muralista. Conocer los conceptos y preceptos que atañen al mural: arquitectura, albañilería, composición, color y el mayor número de técnicas.

No es una cosa fácil, hay muy buenos muralistas en México que se han forjado poco a poco, que con el paso de los años resultan muy buenos o que han sido parte de talleres, como es mi caso, pero inventarse como muralista es muy difícil porque se requiere sobre todo la preparación, de haber visto a maestros y sobre todo de aprender, además, de la infraestructura.

El muralismo en ese sentido se ha vuelto más acotado. Hay muchos jóvenes que ahora hacen grafiti, que respeto mucho, es gente muy talentosa, es su trabajo y cuando uno sabe lo que cuesta, no queda más que respetar, aun cuando haya cosas en que uno no esté de acuerdo. Hacer murales es más que eso, es mucho más que improvisar con botes de pintura, hay que estudiar composición, el color, el dibujo.

Está muy lejos el boom que se vivió con el muralismo…

Aun cuando esta corriente se fundó en los años cincuenta con el movimiento de la ruptura, no habido otro igual y aunque había muy buenos artistas que estuvieron en contra del muralismo, no lograron arrancarle al movimiento su esencia, eso es imposible. Hoy hay mucha gente capaz en México, pero creo que el muralismo como movimiento ahí quedó, pero en nuestro país podemos presumir de tener toda una tradición y el mural nunca se va acabará.

¿Qué es lo que nutre su obra?

De todo, el artista es como una esponjita que se nutre de cuantas cosas se le ponen enfrente. Estudié mucho el mundo prehispánico, su técnica, específicamente el fresco, tanto que hace poco publiqué un pequeño libro por parte de la Facultad sobre el tema. Formalmente aprendí mucho de mi maestro, Luis Nishizawa, lo fundamental y básico, y luego comencé a indagar sobre lo que me interesaba, la composición, que en el muralismo es muy importante. Cuando uno ve artistas como Alfredo Zalce, José Chávez Morado, Fernando Castro Pacheco, una cantidad de artistas de los que uno sigue nutriéndose cada vez que ve sus obras.

El Quijote estaría siempre en batalla

¿Cuál es su concepción de El Quijote de la Mancha? ¿Sigue vigente?

El Quijote es un ejemplo; como artista, me identifico mucho con él, porque es ese hombre osado que todo el tiempo camina, que siempre va adelante, con un grado de locura extraordinario. Con la capacidad de poder sustraerse a cualquier circunstancia, lo que resulta excepcional. El Quijote es un personaje emblemático. Recuerdo mucho cuando mi maestro Nishizawa me decía que el buen arte —en esa época no lo entendía mucho— es atemporal. Hoy uno va al museo y ve obra de algún artista que sigue vigente y ese es el caso del Quijote, se trata del personaje más atemporal que puede existir y que se ajusta a cualquier época.

Me trato de imaginar a ese personaje en un país como el nuestro, con la bola de cosas que suceden a diario; un hombre con o sin caballo, viendo la voracidad de nuestra sociedad estaría siempre en batalla, con la espada desenvainada, golpeando a diestra y siniestra, porque nuestro país está muy conflictuado con lo que pasa a diario, con los que roban gasolina, los que roban al erario, los que matan.

En nuestra inmediatez siempre tenemos problemas que pensaríamos que alguien podría solucionarlas, que alguien podría hacer algo y nos quejamos, pero no hacemos esencialmente nada, entonces imaginar un personaje como el Quijote frente a la indiferencia en la calle, sería terrible.

 

Portada de Siempre!: cultura ante el muro

Pensé en un Quijote clásico por la belleza de las formas que tiene el hombre a caballo; el caballo, un elemento que ha seguido al ser humano en toda su historia y que siempre es interesante, tiene mucha simbología, fuerza, lucha, pero también nobleza, es el compañero. Sancho es otro personaje y sin su presencia sería como pensar en el Quijote en un monólogo que no tiene resonancia.

El Quijote es el ejemplo perfecto de la cultura occidental por todo lo que implica, cuando uno piensa en cuestiones como las que vivimos actualmente: la inmigración, los terribles gobernantes que nos han tocado, no hay otra cosa que salve nuestra cultura que ella misma, y hay que cuidarla.

Pensé en un Quijote que habla de la gente que devuelven de la frontera, un Quijote como una especie de migrante y aunque unos lo ven como una tragedia, otros lo ven como una oportunidad que nos devuelve nuestra cultura, esa cultura que se está perdiendo. Lo siento como ese migrante que vuelve a su lugar de origen y trae consigo todo ese bagaje cultural, que en vez de decir es una tragedia, es una fortuna también que nos devuelva nuestra cultura.

Normalmente en las guerras y hoy con el pensamiento de dirigentes de países poderosos que no solo acaban con el país sino también acaban con su cultura porque literalmente se roban todo lo bueno que hay, el hecho de que un migrante regrese a su lugar de origen, es como devolverle esa cultura, y eso representa mi Quijote.