La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer. Antonio Gala

Violar derechos humanos permanentemente, hacerlo a la luz pública, atentando contra los mas mínimos deberes de cuidado contra la ciudadanía, alterando la esencia y la naturaleza de las instituciones democráticas, condenar y sancionar sin agotar las instancias de justicia, poner bozales a los medios de comunicación y amenazar a todo aquel que se atreva a exigir justicia, en cualquier parte del orbe, merecen una condena unificada de la sociedad en general y más de las naciones democráticas vecinas.

Me refiero al dramático y grave problema que viven nuestros hermanos venezolanos. Un gobierno que en sus orígenes fue electo con las herramientas democráticas de un estado constitucional de derecho y con una amplia participación ciudadana. Así llegó al poder Hugo Chávez Frías el 2 de febrero de 1999, y al paso de los años transformó las instituciones democráticas en fieles comparsas de un gobierno populista, autoritario y dictador, que le permitió mantenerse en el poder presidencial catorce años.

Solo la muerte le evitó a Chávez que ostentara y usurpara la presidencia de Venezuela por más años, ya que su objetivo era presentarse a la reelección cuantas veces fuera necesario como si de una monarquía o de un cargo vitalicio se tratara. Desafortunadamente la crisis política, democrática y judicial de Venezuela no terminaría ahí.  Su discípulo mas cercano, Nicolás Maduro, se aprovecharía de esa circunstancia para hacerse del control del equipo político y postularse para la presidencia, obtuvo el triunfo con el control gubernamental de los procesos electorales.

Y el pueblo venezolano entró en una crisis mayor, con un gobernante menos avezado que el anterior y con decisiones torpes y aun más arbitrarias, que intentó poner de rodillas a los ciudadanos con el excesivo uso de la fuerza, el extremo mal manejo de las finanzas públicas y los graves actos de corrupción de los funcionarios de gobierno, el daño a las instituciones al pretender desaparecerlas, la convocatoria a una asamblea constituyente en contra de la voluntad popular, el hartazgo social generado por la escasez de alimentos y medicinas. Qué decir de los cientos de muertos que se han generado a partir de las protestas sociales y la represión del gobierno.

Todo lo que está sucediendo con nuestra nación hermana debe denunciarse, exhibirse y exigir que los organismos multilaterales se pronuncien y actúen en consecuencia. Nadie puede excusarse en la no intervención para no alzar la voz por las más graves violaciones de derechos humanos, indistintamente de la nación en la que sucedan. Desafortunadamente intereses pragmáticos de algunos países del hemisferio frenaron la posibilidad de que la OEA se pronunciara al respecto. Se perdió una batalla, no la guerra. La lucha debe seguir.

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