Nada se gana con negarlo

Mireille Roccatti

La espiral de violencia que se ha agudizado en las últimas semanas, en todo el país, ha tenido también un crescendo en la ahora nueva entidad federativa denominada Ciudad de México. Los índices de crecimiento de los delitos de alto impacto se reflejarán más adelante, desmintiendo a quienes persisten en hacernos comulgar ruedas de molino de supuestas bajas en los principales indicadores delictivos.

Hace ya tiempo que en la principal ciudad del país, en la cual están asentados los poderes de la unión, se presentaban cada cierto tiempo episodios violentos con la marca de delincuencia organizada y siempre, ahora y antes las autoridades negaban que aquí actuaran células de los carteles y en todo caso argüían que eran actos aislados  e inconexos que por sí solos no constituían pruebas de que el crimen organizado hubiera llegado al Distrito Federal, ahora CDMX.

El caso es que la terca realidad se ha encargado de poner a cada quien en su lugar  y evidenciar que adicional a que la ciudad constituye un santuario para buscar refugio, vivir en paz y esconderse en la multitud por parte de algunos capos y sus familias, hoy en día y cada vez con mayor frecuencia, los capitalinos constatamos ejecuciones a balazos, aparición de cuerpos mutilados y riñas con armas de fuego por el control territorial de diferentes zonas de la ciudad.

Aquí en smogpolis no solo importa como plaza el control del aeropuerto por la llegada de cargamentos de droga de centro y Sudamérica, es también punto de trasiego de heroína de Guerrero y de marihuana de ese estado y de Michoacán, para redireccionarlos al norte de la república y a Estados Unidos.

La batalla principal consiste en el control del narcomenudeo que constituye el mayor mercado de consumidores de todo México y deja a quienes lo controlan pingües ganancias. En este plano es de todos conocido que el control de las tienditas y la expedición de todo tipo de drogas en esos locales y en los centros nocturnos de diversión se realiza con el consentimiento y connivencia de las policías que actúan en la ciudad.

Lo anterior es en cuánto al tráfico de drogas, por otra parte, los secuestros siguen presentes, así como la extorsión o derecho de piso. Actividad esta que ha propiciado episodios de violencia extrema cuando los extorsionados acuden a buscar protección en bandas rivales.

La compra-venta de chueco o venta de objetos robados es otra actividad que viene de lejos y se le ha consentido y dejado crecer por las cuotas que genera con menos riegos para los mandos policiales. El robo a transeúntes, cada vez más frecuente especialmente en vías rápidas como el periférico o el viaducto, se ha incrementado y las redes sociales dan buena cuenta de ello. El hecho que no se denuncien no quiere decir que no se hubiesen incrementado.

Los robos de vehículos estacionados o con violencia han crecido, también innegablemente. La presencia de parejas de jóvenes a bordo de motocicletas causa temor, pavor, por lo menos aprensión entre los citadinos. Los robos a casa habitación y joyerías a marrazos por colombianos y peruanos ya son cotidianos.

Nada se gana con negarlo. Es imperativo que se refuerce la coordinación entre los diversos ámbitos de gobierno. Especialmente debe existir colaboración en las tareas de inteligencia policial. Si no se toman medidas urgentes para contener esta oleada de violencia, mañana será tarde.

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