BENJAMÍN ROBLES MONTOYA*

No es necesario dar los detalles, resultados económicos y sociales de los últimos cuatro o cinco sexenios para saber que han sido un fracaso absoluto, que lo único que ha crecido en términos netos son la corrupción, la pobreza y la economía ilícita.

En sí mismo, los gobiernos de turno se dedicaron sólo a administrar paquetes y recetarios de una globalización dictada desde oficinas extranjeras contrarias al bienestar de la población pero favorables a la especulación financiera. Esa globalización perversa hoy agoniza e inclusive está dispuesta a una confrontación nuclear de Occidente contra China y Rusia.

Los focos rojos de la crisis sistémica se prendieron el año 2008 con la crisis hipotecaria en la Unión Americana y se siguió con rescates y programas de alta austeridad que hoy se aplican a diversas naciones cuyos gobiernos se alinearon con la fallida estrategia, por cierto recomendada y hecha teoría por parte del llamado Consenso de Washington.

En este contexto Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica configuran el grupo de los países BRICS con la finalidad de crear un banco y nuevos caminos para el desarrollo de la inversión productiva y el apoyo financiero para alejarse de los patrones del globalismo neoliberal.

Pero es el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, quien en 2013 ofreció al mundo una alternativa global coherente de crecimiento económico y desarrollo humano: una nueva globalización.

En efecto, cuatro años después, en Beijing los días 14 y 15 de mayo del 2017, ante 29 jefes de estados y representantes de más de un centenar de países y organismos internacionales, el jefe del ejecutivo chino anunció el inicio formal de su propuesta de cooperación mundial denominada “Iniciativa para la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI”, cuyo objetivo central es promover “la conexión de infraestructuras e instalaciones, la eliminación de trabas al comercio, la integración financiera y el estrechamiento de los lazos entre los pueblos por medio de la consulta generalizada para reportar ganancias a todos los participantes”.

A esta iniciativa ya se han adherido 40 naciones. La inspiración está sustentada en la antiquísima Ruta de la Seda que organizaba el comercio internacionalmente unos 100 años antes de la era cristiana cuando se crearon rutas de intercambio de mercancías, las mismas que naciendo en China conectaban con toda Europa, Persia, Arabia, Siria, Turquía y África y que existieron formalmente hasta el siglo XVI.

Franja Económica de la Ruta de la Seda en el siglo XXI significa reeditarla hoy como el mayor cinturón económico del mundo que conectará la región del Asia-Pacífico en el Este con las economías europeas desarrolladas en el Oeste. Asimismo con la integración de América Latina, donde México juega un rol trascendente por su ubicación geográfica.

México requiere una revocación de las políticas económicas y sociales que se vienen todavía implementando. Ahora necesita una frescura creativa y de innovación para girar en favor del bienestar social. El gobierno actual debe sumarse al proyecto del progreso que significa la Nueva Ruta de la Seda, si aun pretende tener algo de prestigio.

*SENADOR POR EL ESTADO DE OAXACA

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