La desconfianza respecto a los partidos políticos y a los órganos electorales parece llegar a su clímax tras irregularidades diversas en los comicios del 4 de junio, por episodios verificados ese día y los posteriores, como ocurrió en Coahuila, parece que se registra una retrogradación a los tiempos en que la democracia fue escamoteada por los gobiernos del antiguo régimen. La incertidumbre se apoderó del escenario en lugar de la certeza.
Las prácticas nocivas no han expirado, la manipulación de programas sociales se mantiene como una característica, el acarreo, los gastos gravosos y una larga lista de hechos consumados propinan un severo desencanto en muchos ciudadanos que optan por abstenerse de acudir a las urnas para ser parte del ritual.
Gandallas por doquier se apoderaron de los espacios y la partidocracia secuestra la participación ciudadana. La demagogia sigue intacta, promesas huecas de todos, como si la salvación de México pudiera estar en un partido o un caudillo, las mismas prácticas aberrantes además de órganos electorales que se equivocan una y otra vez, todo ello dotó la pasada contienda de un cuadro atroz.
No imagino la crisis que pudiera generarse en los comicios del próximo año si los órganos electorales mantienen la misma tónica de Coahuila o el Estado de México, seguramente habría problemas mayores. Nuestra democracia continúa onerosa, algunos argumentan que dichos costos son los de la desconfianza, aunque ello no justifica los altos salarios para la burocracia de alto nivel electoral y menos aún lo destinado a los partidos políticos. Cifras escandalosas.
Sería aventurado decir quién ganará la elección a la Presidencia de la República porque la política no es ciencia exacta, todo puede suceder y nuestro país tiene mucho de surrealista; no se descarta ningún escenario.
Se pensó que una válvula de escape que incidiera para evitar el secuestro de la participación política lo serían las candidaturas independientes, solo que se ha probado que no son panacea y que algunos independientes no aportan al debate como lo ha ejemplificado Layín, un típico representante del cinismo, aunque obtuvo más de cincuenta mil votos. Alguien diría que son los riesgos de la democracia, es increíble.
En muchos casos el debate se nubló prematuramente porque casi es inexistente, se ha suplantado con insultos, pleitos, descalificaciones. En suma, un debate estercolero que no eleva el nivel de cultura política.
Las elecciones del próximo año serán las de mayor alto riesgo, seguramente se padecerá una guerra sin cuartel, quienes pierden más son los ciudadanos de a pie, los mismos que no tienen vínculos de pertenencia con los partidos políticos sumidos en una evidente crisis que han dejado de lado la ideología, los valores y principios. Una partidocracia patológica. Mientras, nos tocará observar los lances de unos contra otros con todo y el tedio que ello supone.
La cultura política mexicana es endeble, precaria, en ella cabe una mediocridad ostensible que impregna los comicios con discursos añejos y desfiguros permanentes.

