No cabe duda de que la democracia mexicana es imperfecta y con graves vicios por su estructura partidocrática y por su alejamiento de la definición constitucional que establece, como premisa fundamental, la mejoría social y cultural del pueblo de México y no solo como un régimen político. No obstante, ha sido la columna vertebral para conservar la paz social, a pesar de la grave inseguridad y pobreza que vivimos.

Las elecciones recientes son la puerta inmediata hacia 2018 y están plagadas de ambiciones mezquinas por el poder, sin desconocer la militancia y las lealtades que existen en buena parte de los votantes.

La confianza despertada en los últimos años y la carísima construcción de instituciones electorales no pueden perderse, porque son el ultimo bastión de la esperanza nacional; se ha logrado —a pesar de todo— transitar de un absoluto escepticismo a las votaciones, a una firme credibilidad. Los partidos políticos y los candidatos tienen el derecho irrestricto para acudir a los órganos electorales a impugnar las elecciones, por las causales que establece el marco jurídico; negarles este derecho sería absurdo y totalitario.

En el caso de Coahuila hemos visto un instituto electoral local equivocándose y tropezándose con sus declaraciones, lo que ha provocado el encono de la ciudadanía y de los actores políticos; el resultado aún no se decide, lo cual es absolutamente incomprensible y absurdo, pues las actas de todas las casillas ya deberían de haber sido contabilizadas.

No podemos permitir, ni aceptar, que falle la imparcialidad de las instituciones que han costado mucho esfuerzo y dinero al pueblo de México; urge una resolución que convenza a los votantes, pues, por un lado, el instituto habla de una muestra de conteo rápido que favorece al PAN y, por el otro, un PREP incompleto en el que solamente se ha contabilizado 70 por ciento de las actas que otorgan la victoria al PRI. Este error, o perversidad, no la puede soportar la ciudadanía, a riesgo de perder su credibilidad en estas instituciones. No importa si gana el PRI o el PAN, sino que haya claridad en los resultados.

En Nayarit no hubo dudas y habrá que felicitar al PRI y a su candidato, el senador Manuel Cota, quien, con una actitud democrática, reconoció de inmediato su derrota.

La más competida y difícil de las elecciones fue la del Estado de México, y todos los indicadores le dan la victoria al candidato del PRI, Alfredo del Mazo, que seguramente será confirmada por las diversas instancias, lo que no obsta para que Morena realice un esfuerzo en el marco de la ley y de la institucionalidad.

En Veracruz la corrupción de Javier Duarte le dejó pocas opciones al PRI de tener un triunfo mayor en las elecciones municipales y la operación desde el gobierno del estado hizo que el PAN tuviera un éxito casi abrumador; también Morena logró obtener un triunfo en las presidencias municipales petroleras.

No hubo vencedores ni vencidos, el PRI logró la posibilidad de ser un competidor importante en las elecciones presidenciales de 2018 y, para satisfacción del presidente Peña Nieto, se logró la victoria electoral que tanto le importaba en lo institucional y en lo personal. El PRD revivió con la candidatura excelente de Juan Zepeda.

El PAN, pese a todo, también tuvo un desempeño interesante a pesar del fracaso inesperado de su candidata Vázquez Mota en el Estado de México; su problema es la terrible división interna que aflora básicamente en las contundentes y terribles declaraciones de Margarita Zavala, quien descalifica a su contendiente por la candidatura presidencial, Ricardo Anaya.