Margarita Zavala pudo haberse equivocado al escoger marido, pero si en algo tiene razón es en acusar al dirigente de su partido Ricardo Anaya de tener un “personalismo atroz” y de andar distraído con su candidatura a la Presidencia de la República, cuando “México se va a jugar en 2018 su futuro”.

Efectivamente, el PAN y también el PRI andan con la brújula errática. Después de los resultados del domingo 4 de julio, lo que tendrían que hacer es dejar el triunfalismo de lado y concentrarse en hacer un análisis muy honesto y objetivo de lo que sucedió y de lo que podría venir.

Lo que dejó ver esta elección es que el populismo autoritario lopezobradorista viene en caballo de hacienda. El tabasqueño no miente ni se equivoca al decir que el partido que más creció en esta elección fue Morena.

Menospreciar o minimizar esas cifras, no darles la dimensión y significado que tienen, permitiría al mesías sentarse en la silla presidencial a partir de 2018.

A partir de 2018 porque a los dictadores nadie los quita.

La votación que obtuvo Morena no solo cambió el mapa político y la relación de fuerzas en el Estado de México y Veracruz. También ubicó ese partido dentro de un mercado electoral totalmente nuevo.

Ganar Ecatepec, el municipio más poblado del país; obtener la victoria en lugares como Naucalpan, Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli, tradicionalmente panistas, y generadores del producto interno bruto más alto del Estado de México, habla de que ya no solo votan por Morena en las zonas más pobres y deprimidas, sino en donde vive una clase media baja con un nivel educativo que le permite tomar decisiones.

Lo mismo sucedió en Veracruz donde el partido de López Obrador se quedó con los centros urbanos e industriales más importantes del estado: Xalapa, la capital; Poza Rica, Minatitlán y Coatzacoalcos.

Los analistas y estrategas del PAN y PRI deben saber lo que significa esto para 2018. Y si ellos no lo saben, quien sí tiene plena conciencia es el “candidato eterno”. No es casual que en los últimos videos presuma, cada vez que puede, que su partido no solo fue el que, en proporción, obtuvo más votos, sino que arrebató las zonas urbanas.

Por ello, regreso a la pregunta del encabezado: ¿quién va a detener el populismo, o qué van a hacer otros partidos para impedir que siga triunfando un proyecto que, de llegar al poder, se instalaría a la manera de una autarquía?

Pero, permítame, lector, corregirme: no son solo los partidos quienes tendrían esta responsabilidad sino los gobiernos y la sociedad entera.

Los gobiernos, porque el éxito del “morenismo” no se debe a una propuesta de nación viable y atractiva, dado que AMLO solo tiene en mente una idea unipersonal de país, que se reduce a verse sentado en la silla presidencial. No, la popularidad de Morena es simple y sencillamente consecuencia de la ineptitud y corrupción de los gobernantes.

Hay una relación directamente proporcional entre los errores que cometen las autoridades y la popularidad del señor López Obrador.

Entonces, ¿qué correcciones, qué ejemplos de justicia, qué señales se van a generar, desde ya, en el poder, para detener la “venezolanización” mexicana?

Y a la sociedad hay que hacerle la misma pregunta, porque los empresarios que dicen estar enamorados del tabasqueño, creyendo que —por patrocinar su tercera aventura a la presidencia— van a quedar vacunados ante cualquier decisión autoritaria que pueda tomar en el poder en contra de la iniciativa privada, están terriblemente equivocados.

Basta con que pregunten a muchos de los que han sido sus fieles y leales servidores cómo acostumbra pagar lealtades. Y si acepta de sus colaboradores una crítica u opinión.

El PRI obtuvo, globalmente, en esta elección 2 millones 653 386 votos; Morena, 2 millones 504 mil 21 sufragios, y el desfondado PAN, 1 millón 466 mil 379.

Las matemáticas no mienten. México está a punto de ser gobernado por un dictador.

@PagesBeatriz