El complejo panorama petrolero que se vive en México desde hace ya algunos años encontró un importante solaz durante la semana que recién concluyó al llevarse a cabo, el lunes pasado para ser más exactos, la Ronda 2.1, proceso en el que se logró adjudicar el 67% de los campos petroleros en concurso, lo que traducido en metálico arroja inversiones por aproximadamente 8 mil millones de dólares, monto que si sumamos a lo conseguido en las rondas anteriores nos deja en algo así como en 81 mil millones de dólares, sin duda alguna el mayor compromiso de inversión visto en la historia de México.

Bajo este contexto, cabe destacar que desde 2015 ya se han adjudicado 49 de 70 las áreas petroleras disponibles y, de acuerdo a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que encabeza José Antonio Meade Kuribreña, esto no hubiera sido posible de no haberse implementado la reforma energética promulgada en 2013 por el presidente Enrique Peña Nieto y que ha permitido acceder a diferentes figuras jurídicas para realizar contratos en los campos susceptibles de explotar o explorar.

Al día de hoy ya se han celebrado, con la del lunes pasado, un total de cinco rondas: 1.1, 1.2, 1.3, 1.4 y 2.1, cuyos tipos de contratos serán de producción compartida y de licencias en áreas específicas de exploración en aguas someras, de extracción en aguas someras, extracción en campos terrestres, exploración de aguas profundas, y exploración y extracción en aguas someras, lo que significa que México posee la capacidad y el atractivo suficientes para atraer inversión extranjera y nacional, y lo que es mejor, nos catapulta con capital de Malasia, Colombia, China y Europa, superando así la gringodependencia que históricamente hemos padecido durante décadas en distintos sectores productivos.

Así las cosas, lo que antes parecía improbable e incluso quimérico, de acuerdo al tipo de legislación que teníamos en México en el pasado inmediato, ahora se ve posible gracias a la reforma energética, ya que finalmente se le está concediendo a las empresas privadas (nacionales y extranjeras) al derecho temporal de buscar en las reservas nacionales y producir petróleo en nuestro país para que éste pueda ser vendido en todo el mundo, lo que representa que nos va a llegar más dinero y que el tipo de riqueza que se va a generar será muy diferente a la que se generaba hace un siglo, replicándose así de manera exitosa lo que Brasil (en 1997) y Colombia (2003) hicieron en su momento y que les permitió fortalecer a sus empresas estatales para estimular la participación de otras compañías deseosas en contribuir a la producción de hidrocarburos y de este modo lograr incrementar la renta petrolera del Estado.

Sin embargo, no hay que perder la objetividad, porque las rondas petroleras no son la única solución o alternativa para consolidar la economía y la productividad de México. Aquí lo importante es que las aguas someras le permitirán al sector energético mexicano accesar a mayores capitales de inversión con los inversionistas operando bajo su propio riesgo; además, las empresas participantes también podrán adquirir aceites ligeros y pesados, así como gas húmedo y seco, por lo que al final del día ésta apuesta será de ganar-ganar para todos los involucrados.

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