El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su
patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes.
Marco Tulio Cicerón
Luego de dos semanas de las elecciones en cuatro entidades del país que arrojaron un saldo catastrófico, nebuloso y que genera más incertidumbre que certeza, y a un año de que la sociedad tenga la oportunidad de elegir un nuevo gobierno de la república, todos los indicadores parecen señalar que la sociedad cada vez está más ausente de la realidad que vivimos todos los días.
Las encuestas, tomando en cuenta estudios de opinión y múltiples estudios sociológicos de la realidad que estamos viviendo, marcan que la gente se encuentra en un hartazgo que no tiene antecedente, contra políticos, gobiernos y todo lo que tenga que ver con la cosa pública. Algunos incluso refieren que la gente está debidamente enterada de la cantidad de actos de corrupción, impunidad, los problemas económicos que vive el país, el saqueo permanente, los feminicidios, la inseguridad pública, la delincuencia organizada que cada día va en aumento, la ineficacia e ineficiencia de funcionarios públicos y representantes populares, en fin.
Perciben una catástrofe social y política, pero desafortunadamente todo indica que lo ven fuera de su influencia de interés y posibilidad de cambiar las cosas. ¿Cómo nos podemos explicar entonces el nivel de hartazgo y descontento frente a una baja participación electoral? Ninguna de las entidades en las que se llevaron a cabo elecciones supero el 55 por ciento de la participación ciudadana, lo que ha permitido que los ganadores no superen más allá de un tercio de la votación en juego, es decir, ese porcentaje es sobre la mitad de los electores que salieron a votar, dicho de otra manera, la opción ganadora se enfrenta a más del sesenta por ciento del padrón de los ciudadanos que no apoyaron su candidatura ni sus planes de gobierno y mucho menos sus propuestas.
Este escenario es muy riesgoso porque a pesar de ser un ciudadano y conocer la afectación y daño que sufrimos, no actuamos en consecuencia para acabar con ese mal, por el contrario, al no participar generamos que aquellos grupos de poder con estructura, dinero y muchas viejas mañas sigan alzándose con los triunfos como si fueran los paladines de la democracia.
Falta un año para el cambio de presidente de la república y no hay nada en el entorno que indique que las cosas pueden cambiar para mejorar, por el contrario, observamos que estaremos nuevamente frente a una elección de Estado, en donde los gobernantes y muchos actores políticos podrán seguir robando, mintiendo, dañando y afectando a la sociedad y esta permanecerá pasiva y no hará nada.
En 2018, se dará un proceso electoral de los más complejos en el sistema electoral de este país, sin árbitros electorales confiables, con mucho dinero de por medio, con la inclusión de los gobernantes para tratar de influir a favor de sus candidatos y partidos frente a una sociedad totalmente ausente.
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