Como nunca antes visto en la historia política de México, el escenario poselectoral que arrojaron los comicios en Coahuila, Nayarit, Estado de México y Veracruz (Oaxaca y Tlaxcala también tuvieron procesos extraordinarios) nos arroja un nada halagüeño panorama para el electorado mexicano de cara a la votación presidencial del año próximo y esto se debe gracias a una serie de terribles factores que surgieron antes, durante y después de que la gente acudió a las urnas para emitir su voto.

Imagínense, ya transcurrió casi una semana de la jornada cívica referida y en entidades como Coahuila y Edomex todavía no hay certeza alguna de quiénes gobernarán a coahuilenses y mexiquenses. Y esto se debe a que las fuerzas derrotadas se niegan a reconocer que la voluntad popular no les favoreció en esta ocasión pero por sus pistolas le exigen a los árbitros electorales que los den por ganadores o que, de plano, se anulen los comicios realizados y que se lleven a cabo otros para reponerlos. ¡Sí, claro, como si fuera tan fácil y tan barato!, ¿verdad?

Sin embargo, más allá de vencedores y vencidos, que en política jamás deberían ser catalogados de esta manera, porque la cruda realidad nos escupe a la cara que los únicos perdedores en las votaciones no son ni los políticos ni sus partidos, sino los ciudadanos (tanto los que votaron como los que no), habría que atisbar en algunos botones de muestra que nos ofrecen esos pintorescos sujetos que sin importarles en lo más mínimo el bienestar de los ciudadanos solo se preocupan por llevar agua para su molino y son incapaces de ver la fotografía completa de la situación.

Por ejemplo, en Morena, de Andrés Manuel López Obrador, no han querido darse cuenta de que fueron los grandes ganadores de la pasada elección, con todo y que no ganaron la votación del Estado de México con la maestra Delfina Gómez. Hoy, y de cara a la elección de 2018, los morenos ya son una fuerza electoral consolidada. En Veracruz se apoderaron de 17 ayuntamientos, en Coahuila acapararon poco más del 12 por ciento de los sufragios emitidos (cuando jamás en aquella entidad la izquierda había figurado) y en el Edomex por poco acaban con la hegemonía tricolor. Tomando en cuenta que en la Ciudad de México ya son una fuerza consolidada, no podemos sustraernos al poderoso hecho de que en los tres mercados electorales más importantes del país (CDMX, Edomex y Veracruz) ya son de temer.

Igualmente habrá que considerar a un gran ganador de este proceso electoral al perredista Juan Zepeda, mas no a su partido, el PRD. Sin embargo, el nezatlense con su carisma y claridad de ideas le dio un tanque de oxígeno al pe-erre-dé, sacándolo así de la terapia intensiva en la que se encontraba gracias a la poca pericia política de su presidenta, Alejandra Barrales. A mi juicio creo que en ese partido deben aprovechar el envión que logró Juan en esta elección y colocarlo como presidente nacional. Punto.

Y hablando de casos tristes, o mejor dicho patéticos, está el de la señora Margarita Zavala, quien desde muy temprano salió, el pasado lunes, a despotricar contra el líder nacional blanquiazul, Ricardo Anaya Cortés, a quien responsabilzó de los paupérrimos resultados que obtuvo el PAN, acusándolo de ejercer un “protagonismo atroz”, por lo que le exigió a su partido que “lo más pronto posible” definieran a su candidato presidencial para 2018.

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