Hay escritores cuya vida se impone, entre los lectores, a su propia obra, de la cual se habla sólo como un reducto ni siquiera como un vínculo inseparable. Arthur Rimbaud (Charleville, 1854; Marsella, 1891) es uno de los casos más extraños de capacidad de síntesis de tradiciones, expresada en tan sólo un lustro, pues escribió Una temporada en el infierno (1873) e Iluminaciones (1874), precedidas de Carta del vidente (1871). Después se han reunido sus primeros poemas (Poesías, 1863-1869).

El académico y traductor Marco Antonio Campos observa en el ensayo introductorio a su versión de Iluminaciones —cuyo título es de Verlaine— el asombro que ha causado una obra tan fugaz como contundente.

Rimbaud es en símbolo connatural del despojo del Yo literario; del rechazo —más todavía— de la repulsión a la identidad del escritor, vinculada con notoriedad y el prestigio.

A partir de 1875, había clausurado el resplandor de su vida creativa, contaba con 20 años de edad. Originalmente se llamó Las iluminaciones, luego se suprimió el artículo. Una temporada en el infierno, definida como iniciación del simbolismo, precisa Campos, “es la crónica del gran sueño y de la gran caída, y en él Rimbaud, no sin cierta ironía despechada, puede concluir: «He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. ¡Y bien, qué! ¡Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! Bella gloria esfumada de artista y de narrador»”.

Rimbaud influyó marcadamente en los poetas hispanoamericanos.

Baudelaire, un modelo

El crítico y poeta Yves Bonnefoy concluye que todos los textos de Iluminaciones fueron escritos en 1874, aunque también se ha dicho que los concibió cuando escribía también Una temporada en el infierno; Rimbaud llamó a Charles Baudelaire (1821-1867) el primer vidente, “el primer vidente, rey de los poetas, un verdadero dios”.

Las flores del mal (1857), recuerda Campos, es el libro de poesía de lengua extranjera que mayor influencia ha tenido sobre los poetas hispanoamericanos de las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX. Luego, añade, lo sería la poesía de T. S. Eliot (1888-1965), a su vez marcado por Hojas de hierba (1855) de Walt Whitman (1819-1892).

La influencia de Baudelaire en Iluminaciones es manifiesta; Campos, el traductor de esta nueva versión, precisa que las huellas están en el medio centenar de Pequeños poemas en prosa (El Spleen de París, 1869) y en Paraísos artificiales; Antoine Adam, asimismo, ha señalado que entre los amigos que Rimbaud frecuentó entre 1872 y 1873, “los poemas en prosa estaban especialmente en boga”.

Rimbaud tuvo en Baudelaire mucho más que un modelo, fue la encarnación de la poesía y el personaje entrañó al creador angelical y, al mismo tiempo, condenado; ambos se abrazan a Lucifer; el camino creativo en ambos posee diferencias.

Campos observa que la fantasía del viaje es más significativa que el mismo viaje (situado en la urbe), mientras que en el autor de Iluminaciones la acción —hasta el extravío, añadimos aquí— se impone con la velocidad indómita del poeta que alcanza la cima creativa a los 20 años y después abandona la literatura por completo.

La editorial Tucán de Virginia fue fundada en 1980 por Víctor Manuel Mendiola y Guillermo Samperio, contiene un catálogo de más de 400 títulos, casi todos de poesía; en esta nueva traducción de Iluminaciones incluye la segunda de las “Cartas del vidente”; la primera se la envió a Georges Izambard (13 de mayo de 1871), quien fuera profesor de Rimbaud; también añadió el poema “El corazón atormentado”; se evidencia una acre crítica a la poesía, cuyos autores se deben a la sociedad, como pregonaba Izambard.


La más reciente traducción de Iluminaciones es del poeta mexicano Marco Antonio Campos.

Arthur Rimbaud Iluminaciones

Rimbaud establece su aspiración como poeta (se diría hoy, su proyecto escritural), aspiraba a ser un poeta y hacerse vidente: ir tras lo desconocido, desde el desorden en todos los sentidos (matizamos, no si atrevimiento: el caos), deja entrever que los poetas están condenados.

La segunda carta del vidente fue dirigida al poeta Paul Demeny (15 de mayo de 1871); Rimbaud trasluce aquí una suerte de poética: quiere llegar a ser un Vidente, con la imagen del ladrón de fuego.

“El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura: él busca por sí mismo; agota en él todos los venenos para conservar sólo las quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, en la que él llega a ser entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito —¡y el supremo sabio!—, pues él llega a lo desconocido: ¡puesto que él ha cultivado su alma, ya rica, más que ningún otro! Llega a lo desconocido, y cuando enloquecido, termina por perder la inteligencia de sus visiones, ¡él las ha visto!”.

Imágenes y alegorías

Es rotundo su desprecio a la celebridad que ya conllevaba la figura del poeta: “Baudelaire es el primer vidente, rey de los poetas, un verdadero dios. Pero vivió en un medio demasiado artístico, y la forma, tan elogiada en él, es mezquina”.

Esta nueva versión de Iluminaciones nos permite reintroducirnos a uno de los poetas más influyentes en el siglo XX, en la creación artística, no sólo en la poesía. La primera traducción data de 1907 (antología general Del cercado ajeno, de Enrique Díez-Canedo).

Los conocedores continuarán en el debate sobre la significación del poeta que abandonó, por completo, su vínculo con la literatura y viajó sin cesar, sobre todo a pie, por Europa y África; sería fugazmente soldado en Java; volvería a Francia, desde donde viaja a Adén (Yemén) donde trabajó en una agencia. Más tarde se instala en Harar (Etiopía) donde prospera siendo traficante de armas. Un enfermedad en la rodilla es el anuncio de su final a los 37 años.

Iluminaciones es una encarnación verbal del traductor Campos. La fluidez de la prosa permite respirar los momentos de imágenes y las alegorías de la naturaleza y la condición del ser terrenal refundido en el dolor y su aceptación.

Arthur Rimbaud, Iluminaciones, seguido de Carta del vidente, traducción y ensayo introductorio de Marco Antonio Campos, El Tucán de Virginia, México, 2017.