La Casa del Poeta

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Sólo los recuerdos son veneros de poesía. José Zorrilla

Hace 25 años revivió la Roma, merced a la determinación de un grupo conformado por Guillermo Sheridan, Hugo Hiriart, María del Carmen Férez Kuri, Juan Antonio Villorio y Antonio del Toro, cuando todos ellos se propusieron rescatar la última morada de Ramón López Velarde y regresársela al mundo como la Casa del Poeta, espacio cultural que le devolvió la dignidad a la avenida Álvaro Obregón y, por ende, al fraccionamiento concebido por los hermanos Lamm, que fue financiado por el empresario Walter Orrin a partir de 1902.

La apertura de este espacio fue la culminación de una acción de recuperación y rescate que se inició en 1971, cuando un grupo de zacatecanos pidió al gobernador, Pedro Ruiz González, colocar una placa para recordar que en el número 73 de la otrora avenida Jalisco, el 29 de junio de 1921, había expirado el poeta.

Pese al recordatorio, el inmueble prosiguió su deterioro y en 1982 el gobernador zacatecano José Guadalupe Cervantes, en un acto urgente de rescate solicitó al INAH su declaratoria como monumento histórico, ello facilitó el proceso expropiatorio que Manuel Camacho Solís culminó en 1989, cuando lo entregó a la organización que promovió su recuperación y rehabilitación para fines culturales.

Si para los habitantes de una colonia Roma herida de muerte por los sismos del 85 la “Toma del Balmori”, concebida por un colectivo plástico y artístico en marzo de 1990 representó la resurrección artística de una joya arquitectónica, la apertura de la Casa del Poeta —dos años más tarde— significó una extraordinaria oportunidad para dignificar un espacio urbano al que la incuria y la proliferación de “giros negros” había sumido en un abyecto abandono y degradación social.

La actividad cultural de la Casa del Poeta y de su café, Las Hormigas, nutrieron la esperanza vecinal de rescatar a la Roma en su conjunto  de la mano de empresarios solidarios que pronto comenzaron a transformar las vetustas residencias en un conjunto de galerías, escuelas y espacios culturales que permitieron la transformación de la avenida en un espacio de febril actividad que permitió la recuperación del ancho andador de Álvaro Obregón en el “paseo vecinal” que durante tres años había disfrutado López Velarde durante su permanencia en nuestra ciudad.

La atinada conducción del patronato y el personal cariño y empeño de María del Carmen Férez le granjeó la amistad y simpatía de los vecinos, a quienes supo involucrar no solo en las actividades sino en la correcta apropiación del “juguete” concebido por Sheridan e Hiriart para recrear lúdicamente la atmósfera que debió haber rodeado al poeta jerezano, mundo al que se entra a través de un armario por el que se penetra en el mágico e íntimo decoro del creador del Son del Corazón.

Gracias a ello hoy adquiere plena vigencia la sentencia del poeta vallisoletano José Zorrilla, pues la Casa del Poeta jerezano es venero de poesía nutrida de recuerdos literarios.

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