Por José Luis Camacho
[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]a semana pasada, Andrés Manuel López Obrador demostró que está dispuesto a hacer cualquier cosa por ganar la presidencia en 2018, incluso aliarse con personajes señalados como piezas fundamentales de manipulaciones en elecciones que pudieron ser fundamentales, tal es el caso de personajes como Lino Korrodi y Manuel Bartlett.
El primero, Lino Korrodi Cruz, empresario tamaulipeco, conoció a Vicente Fox cuando trabajaban para la empresa Coca Cola; ahí se forjaron los lazos que lo llevaría crear la famosa y cuestionable red de recaudación de fondos “Amigos de Fox”, para triangular fondos millonarios, es decir, es la Eva Cadena del 2000, con sus debidas proporciones.
Sus actividades fueron denunciadas ante el entonces IFE, organización que después de una investigación multó en 2003 a la coalición Alianza por el Cambio formada por el PAN y el Partido Verde Ecologista, con un monto estrafalario: 497 millones de pesos.
Aunque ahora Korrodi asegura ser “víctima” del matrimonio Fox-Sahagún: el tamaulipeco asegura que el expresidente panista no cumplió con lo que prometió y eso terminó con la amistad. Y agregó: “me agarraron de chivo expiatorio con lo de Amigos de Fox, un conjunto de cosas que el propio Fox permitió”.
El caso es que el pasado fin de semana, Lino Korrodi se unió al Acuerdo de Unidad, que lidera Andrés Manuel López Obrador; después de su integración, el líder de Morena dijo: “todos cometemos errores y en la vida se vale rectificar… No se vale que por un error toda la vida alguien esté marginado, estigmatizado, hay que aceptar a todos, hombres y mujeres de buena voluntad”.
Sin embargo, nuevamente descartó una alianza con el PRD, algo ilógico e incongruente. Aceptas a personajes responsables directamente de tus derrotas, pero no aceptas una unión con un partido que te dio la oportunidad de postularte dos veces a la presidencia, tu mayor anhelo.
Otra alianza contradictoria de la cual ya se ha hablado es la que sostienen desde hace varios años con el hoy coordinador del PT en el Senado, Manuel Bartlett, que este fin de semana tomó nuevamente relevancia por las declaraciones del antiguo integrante del gabinete de Carlos Salinas de Gortari.
Bartlett dio dos polémicas declaraciones a Reforma: aseguró que Salinas de Gortari no ganó la elección presidencial de 1988; y aclaró que no tenía elementos para asegurar si el expresidente priista obtuvo la mayoría de votos pues no tuvo acceso a los paquetes ni actas originales.
También dijo que la victoria priista de 1988 se debió a una supuesta quema de boletas electorales, afirmación muy grave que debe ser aclarada, sobre todo por el partido en el poder, si es que en verdad desea seguir al mando.
La pregunta debería ser: ¿quiénes participaron en la supuesta quema de boletas? ¿Quién fue cómplice? ¿Por qué después de tantos años salen algunos supuestos redentores? ¿Cuáles son sus objetivos?
La supuesta redención de Bartlett, al igual que la de Korrodi, no tuvieron los efectos —quizás— esperados en la ciudadanía, a los dos se les tundió en redes sociales y en diversas columnas y editoriales, les recordaron que su participación en hechos del pasado no contribuyeron a crear, en su momento, un México más democrático.
Las consecuencias se pagan ahora.
Evidentemente el más afectado con estas alianzas es el propio AMLO, ya que solo demuestra que está dispuesto a unirse con personajes con un pasado muy cuestionable con tal de conseguir sus objetivos, pero al mismo tiempo continua negándose a una alianza con el PRD, que podría fácilmente llevarlo a la victoria.